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Australia: prueba de fuego

Millones de hectáreas de vegetación devoradas por las llamas y cerca de 3.000 millones de animales desaparecidos: el balance de los enormes incendios forestales de 2019-2020 es terrible. La biodiversidad australiana tardará en reponerse de esta prueba, sobre todo si las condiciones climáticas de los próximos años no operan a su favor.

Gary Nunn 

Periodista radicado en Sidney, Australia

“Cuando se camina por un bosque quemado, lo más sorprendente es la ausencia de ruido. Ni un gorjeo de pájaros. Ni un rumor de hojas. Un silencio aplastante.” Estas palabras de Mike Clarke, profesor de zoología de la Universidad de La Trobe, en Melbourne, se ajustan perfectamente a los numerosos bosques de Australia que fueron diezmados por los incendios y que hoy se encuentran sumidos en un mutismo total.

“Sin duda ha sido el peor desastre de la historia del país”, afirma. En efecto, resulta difícil imaginar las dimensiones del terreno abrasado. Para hacernos una idea, los 13 millones de hectáreas calcinadas equivalen a más de la suma de los territorios de Dinamarca, los Países Bajos y Suiza.

La magnitud de los incendios se debió a la existencia de un contexto climático que resultó favorable. “El fuego se sumó a los peores años de sequía conocidos en Australia –dice Clarke– en un momento en el que las especies animales se hallaban ya en una situación límite. Las condiciones climáticas de los tres o cuatro próximos años serán cruciales para la recuperación de la biodiversidad en el país”.

Pérdidas colosales

Según un estudio publicado en julio de 2020 por diez científicos de cinco instituciones comisionadas por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), 3.000 millones de animales fueron capturados o murieron en los incendios forestales. Para Christopher Dickman, profesor de ecología terrestre de la Universidad de Sidney, y miembro de la Academia de las Ciencias australiana que supervisó el proyecto, estos resultados produjeron un shock incluso entre los investigadores: “3.000 millones de vertebrados nativos es sencillamente enorme. Es una cifra tan sorprendente que es incomprensible”, declaró al diario The Guardian.

Para Mike Clarke se trata de una estimación parcial “debido a que solo comprende los mamíferos, aves y reptiles; porque si hubiera incluido las especies invertebradas, la cifra sería absolutamente colosal”.

Los bosques australianos siempre han sido presa de incendios. Al respecto, Alan York, docente de la Universidad de Melbourne especializado en ecología del fuego, nos dice: “Naturalmente que existen precedentes de incendios muy graves en Australia, pero lo insólito en este caso ha sido el volumen excepcional, la ubicuidad y la precocidad de los siniestros: han estallado muy al principio del periodo en que suelen producirse, incluso antes de que empiece la temporada de incendios”.

La repercusión de los incendios sobre las especies en peligro de extinción en Australia puede ser devastadora. Clarke subraya que “70 especies amenazadas del país han visto por lo menos la mitad de su hábitat reducido a cenizas”. Es el caso del potorú de patas largas y de la cacatúa negra satinada de la Isla Canguro, “un ave rara y espectacular”. Los incendios han destruido sus recursos alimentarios, sus refugios, o ambos a la vez.

La mayor parte del hábitat de los koalas de la parte septentrional de Nueva Gales del Sur se ha esfumado. Clarke señala que la tragedia de estos animales emblemáticos hace que a veces se olviden otros desastres del ecosistema. “Aunque el koala se ha convertido en el icono de esta crisis, varias especies como zarigüeyas, vegetales que viven en alguno eucaliptos, y organismos de diversa índole están en peligro de extinción”.

La resiliencia del ecosistema australianos amenazada

El restablecimiento de esas especies puede demorarse muchos años y en algunos casos será necesaria la intervención humana, como la cría en cautiverio de ranas en parques zoológicos del país. “Pese a todo –dice Alan York– se espera que algunos animales hayan sobrevivido en reductos no afectados por el fuego”, y se muestra esperanzado poniendo de relieve “la excepcional capacidad de recuperación” del ecosistema forestal australiano.

No obstante, una previsión de este tipo entraña diversas incertidumbres. York indica, por ejemplo, que los bosques tropicales húmedos y las zonas alpinas de Tasmania son más vulnerables al fuego porque allí hay menos incendios, pero la aceleración del cambio climático hará que se produzcan con mayor frecuencia.

Con la aceleración del cambio climático, el aumento de los incendios es inevitable

Además, es preciso mencionar algunas “interferencias humanas” que probablemente frenarán la recuperación del ecosistema, como la destrucción de hábitats de la biodiversidad por el desbroce y la pasividad en la lucha contra el cambio climático.

Ahora bien, la foresta australiana ¿es lo suficientemente resiliente como para recuperarse? Los pareceres a este respecto son discrepantes. “El 70% de los bosques tropicales húmedos ha ardido, - esto es, de los terrenos no adaptados al fuego-, así que no se puede saber a ciencia cierta si se regenerarán ni cómo”, estima Clarke.

El 70% de los bosques tropicales húmedos ha ardido

Una regeneración muy lenta

Son muchos los recursos naturales destruidos por el fuego. Para albergarse y reproducirse, por ejemplo, papagayos, murciélagos, zarigüeyas y cacatúas necesitan refugiarse en oquedades de tocones y árboles. No solamente han desaparecido estos refugios sino que, según el profesor, habrá que esperar uno o dos centenares de años para que vuelvan a generarse. La biodiversidad que un incendio forestal extingue en unas horas puede tardar siglos en reconstituirse. Esto es lo que los ecologistas llamarían “un cambio de estado total”.

Los suelos son un elemento esencial para la regeneración de la diversidad biológica, pero la superficie de los terrenos calcinados ha sido mucho mayor que de costumbre por la deshidratación provocada por las sequías de los últimos años. Esto significa que los nutrientes esenciales presentes en los suelos también han desaparecido.

Necesidad de medidas inmediatas

Los expertos piden que se adopten medidas inmediatamente para facilitar la recuperación de los grandes espacios incendiados. Ya se ha propuesto imponer una moratoria a la explotación de los bosques y han aumentado las presiones no solo para luchar con más contundencia contra las plagas de gatos silvestres y zorros, sino también para empezar a deshierbar.

En la actualidad, la identificación y la protección de las zonas que no se han quemado son también temas importantes de debate. Algunos aducen que el método ancestral de creación de chamiceras (zonas de monte quemadas) puede ser más apropiado para evitar incendios que las técnicas de quema de maleza más intensas y a temperatura más alta. Practicado continuamente por los aborígenes en todo el territorio de Australia mucho antes de la colonización, este método consiste en provocar fuegos de baja intensidad con hogueras que no llegan a la altura de las rodillas para quemar residuos combustibles del bosque (palos, astillas, hojas secas, etc.) y mermar así los materiales inflamables que alimentan los incendios espontáneos.

La adopción de medidas concretas para luchar contra el cambio climático es decisiva para mantener la biodiversidad en el futuro. A pesar de los atisbos de optimismo existentes en determinados círculos, hay pronósticos un tanto sombríos sobre la posibilidad de que el bosque australiano recupere algún día su biodiversidad. Según Clarke, “un tercio de la foresta podrá recuperarse y otro tercio correrá una suerte incierta, pero la situación del tercio restante es muy grave. Estudio la ecología del fuego desde hace 20 años, y ahora tenemos ante los ojos un panorama en evolución totalmente desconocido”.

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UNESCO
Octubre-Diciembre 2021
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