Idea

Reparar la vida marina

Las medidas de conservación de la vida marina empiezan a dar frutos: ya han frenado el declive de algunas especies y han restablecido algunos ecosistemas marinos degradados. No obstante, para restaurar la salud de los océanos a gran escala es preciso intensificar la lucha contra la contaminación, la pesca abusiva y los efectos del cambio climático.

Por Carlos M. Duarte

Hasta hace poco tiempo, el futuro de la biodiversidad marina no incitaba a ser optimista. Habíamos perdido la mitad de la biomasa de los grandes animales marinos y de la superficie de los hábitats esenciales de los océanos, e incluso más en algunos casos. Mi experiencia personal, por desgracia, también lo confirmaba. Desde el Ártico hasta el Antártico, desde las zonas costeras de escasa profundidad hasta las aguas profundas de alta mar, había visto muchos ecosistemas, como praderas marinas, bosques de manglares o arrecifes coralinos, degradarse y desaparecer.

Sin embargo, hacia 2010 la situación empezó a cambiar. Un número cada vez mayor de publicaciones indicaba que el ritmo de desaparición de algunas especies se estaba desacelerando. Los proyectos de restauración de la biodiversidad marina se habían multiplicado, a la par que el número y la superficie de las zonas marinas protegidas. Algunos señalamos entonces que se observaba un restablecimiento de algunos hábitats como praderas submarinas, manglares y marismas saladas, y que había aumentado la población de especies en peligro como las ballenas jorobadas y los elefantes marinos.

Para determinar si se trataba efectivamente del inicio de una inversión de tendencia, realicé una primera evaluación de las acciones de conservación marina, remontándome hasta el decenio de 1970. La conclusión fue que su restablecimiento se estaba produciendo en muchos casos.

Basándome en esa primera evaluación, formé un equipo de ecólogos eminentes para estudiar sistemáticamente los avances positivos que se habían logrado hasta la fecha en el restablecimiento de la vida marina, y averiguar qué tipo de acciones los habían hecho posibles. Juntos, examinamos el estado de los hábitats esenciales, en especial las praderas marinas, los bosques de manglares, las marismas saladas, los arrecifes coralinos, los bosques de algas, los ecosistemas de aguas profundas y los arrecifes de ostras. También estudiamos la megafauna marina, en particular las ballenas, los tiburones, las tortugas y las aves marinas.

Inversión de tendencia

Publicada en abril de 2020 por la revista Nature, nuestra evaluación mostró que habían disminuido los índices de desaparición de praderas marinas, marismas saladas y bosques de manglares, y que la superficie de todos esos hábitats estaba aumentando en muchas regiones. También mostró que las poblaciones de varias grandes especies marinas habían aumentado y que en algunas de ellas se observaba un restablecimiento impresionante: un 47% de las 124 poblaciones de mamíferos estudiadas habían registrado aumento significativo en los últimos decenios, un 40% habían permanecido estables y tan sólo un 13% habían disminuido. Algunas zonas pesqueras también se habían reconstituido gracias a la reducción de las capturas abusivas en los dos últimos decenios, y el incremento de la proporción de recursos haliéuticos explotados con métodos sostenibles. Todo esto indicaba que las políticas de conservación adoptadas a partir del decenio de 1970 empezaban a dar sus frutos, ya que es necesario que pasen de veinte a treinta años para que se produzcan los resultados esperados. 

El restablecimiento de la vida marina se está produciendo en muchos casos

Por consiguiente, puede ser factible una inversión de la degradación de los océanos si se adoptan las medidas necesarias para catalizar la dinámica creada por las políticas puestas en práctica durante los decenios anteriores. Nuestra conclusión es que, de aquí al año 2050, se puede conseguir una reconstitución sustancial de la vida marina para que recobre entre un 70% y un 90% de su pasada riqueza.

Para esto es necesario proteger las especies marinas, muchas de las cuales están amenazadas, algunas en peligro crítico de desaparición. También se deben proteger las zonas marinas. En el año 2000, las zonas protegidas sólo ocupaban un 0,4% de la superficie de los océanos, mientras que en 2020 esa proporción se ha cifrado ya en un 10%, y se prevé que en 2030 llegue al 30%. La protección debe ser activa y basarse en la realización de actividades de restauración eficaces y un abandono progresivo de toda clase de prácticas destructivas y dañinas.

Luchar contra la contaminación y la pesca abusiva

Asimismo, debemos acabar con todos los tipos de contaminación, los vertidos excesivos de fertilizantes y contaminantes orgánicos persistentes, y los desechos de plástico. Ya se han logrado algunos triunfos en la lucha contra la contaminación, por ejemplo la generalización del uso de gasolina sin plomo hace varios decenios ha librado a los océanos de una fuente de contaminación global. Este hecho, prácticamente desconocido, merece ser reconocido.

La generalización del uso de la gasolina sin plomo ha librado a los océanos de una fuente de contaminación global

Debemos practicar una pesca sostenible reduciendo las capturas para reconstituir los recursos haliéuticos y combatir no declarada e ilegal. Esto supone que se refuerce la reglamentación, que se aplique con más eficacia y que los recursos haliéuticos de alta mar sean objeto de una gestión más adecuada. Para ello, no basta con las declaraciones efectuadas por los propios barcos pesqueros, ya que hoy en día los avances en materia de satélites e inteligencia artificial permiten vigilar toda clase de actividades en el mar, no sólo la pesca ilegal, sino también el tráfico de seres humanos y de estupefacientes. Por otra parte, el fomento de una acuicultura sostenible, en la que el ciclo completo de producción tenga lugar en los criaderos exclusivamente, también contribuirá a reducir la presión sobre las poblaciones de animales acuáticos salvajes.

Sin embargo, el cambio climático es el escenario en el que se inscribe nuestro éxito. Si no logramos atenuarlo alcanzando o sobrepasando los objetivos del Acuerdo de París, existe el riesgo de que se desaprovechen muchos de los beneficios de las acciones que se emprendan. En efecto, el cambio climático representa el mayor obstáculo para la reconstitución de los arrecifes coralinos, que están registrando una tasa de mortalidad muy alta como consecuencia del calentamiento de los océanos, cuya temperatura media se sitúa 1ºC por encima de la que existía en la era preindustrial. 

Incrementar el almacenamiento de carbono

Ya va siendo hora de que se adopten medidas más ambiciosas en la lucha contra el calentamiento climático. Para reconstituir la riqueza de la vida marina, es menester aumentar el almacenamiento de carbono orgánico en los océanos, lo cual contribuye también a mitigar el cambio climático. La reconstitución de los manglares, las marismas saladas y las praderas marinas sería especialmente eficaz a este respecto porque son los ecosistemas que están en mejores condiciones para absorber el carbono y formar la primera línea de defensa contra la elevación del nivel del mar y la frecuencia creciente de las tempestades.

Será necesario que la investigación científica y tecnológica logre una serie de avances para que todas esas acciones se puedan emprender de manera económicamente satisfactoria. El Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible (2021-2030) constituye una plataforma excepcional para respaldar nuestra capacidad de reconstituir la vida marina. 

Esta reconstitución necesitaría inversiones considerables, cuyo monto se estima entre 10.000 y 20.000 millones de dólares anuales. Aunque parezca elevada, esta cantidad representa solamente el 0,02% del PIB mundial y generaría un beneficio de 10 dólares por cada dólar invertido. Los principales beneficiarios serían las compañías de seguros y las que explotan los productos del mar, así como la industria del turismo y las numerosas poblaciones cuya alimentación y protección dependen de los océanos. 

La reconstitución de las zonas de pesca podría, por sí sola, aumentar en unos 53.000 millones de dólares los beneficios anuales de la industria mundial de productos del mar, y la conservación de las zonas húmedas costeras, al mitigar las inundaciones ocasionadas por las tempestades, permitiría a las compañías de seguros economizar unos 52.000 millones de dólares anuales. La reconstitución de la vida marina podría crear también millones de empleos útiles y permitiría alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) Nº 14, “Vida Submarina”, de las Naciones Unidas. 

Reconstituir una gran parte de la vida marina de aquí al año 2050 es un objetivo realizable, aunque difícil de alcanzar. Para esto, se precisa una alianza mundial que logre aunar los intereses de gobiernos, empresas, usuarios de recursos y sociedad civil en torno a un plan de acción basado en pruebas documentadas y respaldado por un marco político sólido, un plan científico y educativo, objetivos cuantitativos, parámetros de medición de resultados y un programa de actividades. El sector privado (comercio y empresas) tiene que desempeñar un importante papel, especialmente quienes obtienen beneficios del buen estado de los océanos. También es necesario un liderazgo sólido para catalizar las alianzas, coordinar las aportaciones y crear sinergias, mantener la dinámica y superar los obstáculos y reveses. 

Lograr esto marcaría un hito histórico en la búsqueda de la humanidad de un futuro sostenible para el planeta. Es inconcebible que vayamos a legar los océanos devastados a las generaciones venideras. Tenemos la obligación moral de conseguir los objetivos.

Carlos M. Duarte

Titular de la cátedra de investigación Tarek Ahmed Juffali sobre ecología del Mar Rojo en la Universidad Rey Abdallah de Ciencias y Tecnologías (KAUST) de Arabia Saudita.

Océanos: ¡cambio de rumbo!
UNESCO
Enero-Marzo 2021
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