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En Beirut, Wijhat da vida a proyectos artísticos

Desde 2017, este organismo con sede en la capital libanesa ayuda cada año a decenas de creadores de la región árabe para que puedan llevar a cabo sus proyectos o trabajar en el extranjero.

© Albaqer Jafeer

Noé Pignède

Periodista en Beirut

En la sala del Teatro Tournesol de Beirut, un atronador aplauso recibe a Eliane Raheb, una veterana directora libanesa, y a Michel Jleilaty, protagonista de su último documental: Miguel’s War (La guerra de Miguel). Unos 200 espectadores descubren en la gran pantalla la historia de este antiguo miliciano cristiano de las Fuerzas Libanesas obligado a exiliarse a causa de la guerra civil (1975-1990). 

En esta historia íntima, Michel revela su lado oscuro y sus traumas. “Aunque el personaje es único, el tema es universal”, matiza Eliane Raheb, que explica que tuvo varias dificultades para financiar este proyecto. “En el Líbano, el sector cultural no puede contar realmente con la financiación pública. Por lo tanto, el cine independiente tiene que buscar ayuda económica extranjera”. A los proyectos que se salen de lo común o que abordan temas delicados les cuesta más convencer a los inversores. “Para hacer mi película tuve que poner mucho dinero de mi bolsillo”, reconoce Raheb. “Entonces recurrí a financiaciones más progresistas, como la beca Wijhat”.

A los proyectos que se salen de lo común o que abordan temas delicados les cuesta más convencer a los inversores

Financiada por la ONG panárabe Mawred, que cuenta con el apoyo de fundaciones privadas y actores internacionales como la Comisión Europea y el Consejo Sueco de las Artes, Wijhat (“destinos” en árabe) permite cada año a una treintena de creadores de la región llevar a cabo proyectos con la concesión de una beca de 7.000 euros. “Nuestra financiación va dirigida a todos los artistas árabes sin distinción, independientemente de su disciplina, reputación o país de residencia. Nuestro objetivo es que puedan viajar al extranjero”, explica Areej Abou Harb, director del programa. Desde Marruecos hasta Egipto, la asociación busca promover los intercambios culturales en el mundo árabe. “Entre las guerras de Siria y Yemen, la inestabilidad en Iraq y la crisis en el Líbano, el mundo de la creatividad necesita más apoyo que nunca”, explica Areej Abou Harb desde su oficina de Beirut.

El mundo de la creatividad necesita más apoyo que nunca

Crisis económica

Muchos artistas libaneses, afectados por la crisis económica, luchan actualmente por vivir de su arte en un país donde la moneda nacional ha perdido el 95% de su valor en tres años y el salario mínimo mensual se limita actualmente a 30 dólares, frente a los 450 de antes de 2019. En este contexto, el panorama local se encuentra muy afectado y producir en el extranjero se convierte muchas veces en una carrera de obstáculos. 

Sin la beca Wijhat, Fadia Loubani nunca habría podido llevar a su grupo de teatro femenino a Dinamarca el pasado septiembre. La gira de tres semanas por el extranjero marcó a las actrices para siempre. “Fue como un sueño”, sonríe Hala, de 20 años. “¡Qué suerte haber podido ver por fin algo distinto a nuestra vida cotidiana!”. Al igual que las demás actrices de la obra, Hala proviene de Bourj el Barajneh, un campo de refugiados palestinos del sur de Beirut. 

“Hasta que el avión no aterrizó en Copenhague, no me permití cantar victoria”, cuenta por su parte Maha, de unos cincuenta años, con el pelo cubierto por un pañuelo con estampado de leopardo. “Tenía demasiado miedo de resultar decepcionada”. La obra, sobriamente titulada This is Us (Nosotras), relata su dolorosa vida cotidiana. Las seis actrices hablan del amor, del aislamiento y de la discriminación que sufren en una sociedad todavía eminentemente patriarcal. Una de ellas cuenta el rechazo que le muestra su comunidad cuando su marido padece esquizofrenia. Otra, profesora, explica su lucha por la educación y la emancipación de la mujer. Una tercera narra la muerte de su marido por coronavirus por no haber podido acceder a la asistencia sanitaria. “Conquistamos al público. Cuando llorábamos, lloraban con nosotras. Cuando reíamos, reían con nosotras” sonríe Maha, que aún se sorprende de que se agotaran las entradas en toda Dinamarca. “No pensé que nuestras historias fueran a interesar a tantos extranjeros”.

Cumplir su sueño

No todos los proyectos pueden ser financiados por Wijhat: en primer lugar, es necesario que una institución extranjera dé luz verde para acoger a una compañía, un artista en residencia o exponer una obra. El bailarín Serge Moawad, por ejemplo, pudo beneficiarse de una beca para realizar una estancia en la prestigiosa Academia Vaganova de San Petersburgo, en Rusia, gracias a la cual pudo perfeccionar su técnica “con los mejores profesores del mundo”. 

De familia modesta, Moawad sabía que las oportunidades que se le ofrecían eran limitadas. “En el Líbano no existe una estructura para los bailarines profesionales de ballet. Hacía trabajos esporádicos que me permitían pagar mis viajes a Europa y así pude viajar a Bucarest o Praga, pero con la devaluación de la libra libanesa, se volvió muy difícil”. 

Hoy en día, el joven de 21 años vive en París, donde se ha unido a una compañía de danza. “Si no fuera por mi estancia en San Petersburgo, seguramente hoy no estaría donde estoy”, señala el bailarín de pelo rizado y rostro enmarcado por unas finas gafas. “Gracias a Wijhat pude cumplir mi sueño”. Serge sueña con volver algún día al Líbano para fundar una escuela de danza y “transmitir mi pasión a las nuevas generaciones”.