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En México, las mujeres en primera línea para salvar los manglares

Esenciales para la existencia y la seguridad de las poblaciones costeras, los bosques de manglar están retrocediendo en México. A la imagen de Las Chemeleras en Yucatán, grupos de mujeres se organizan para restaurar estos ecosistemas amenazados por el desarrollo del turismo y por la urbanización.
mangroves yucatan

Alejandro Castro

Periodista en Mexico

Cuando era una niña, Erika Barnet, indígena de territorio seri, al noreste de México, veía las plántulas de manglar ser arrastradas por las olas. Recogía los pequeños tallos y los llevaba a su casa, situada frente a la costa.

Hija de pescadores, esta mujer de 31 años ahora lidera uno de los proyectos más emblemáticos de restauración costera en México: cultiva y siembra manglares en una región desértica, con uno de los climas más hostiles del país. 

Más de 18 millones de mexicanos viven en municipios costeros. Además de la población mestiza, hay cuatro grupos étnicos exclusivamente costeros: los seris (noreste); los mayas (sureste); los huaves (centro-sur) y los cucapás (norte). Todos tienen algo en común: dependen de los recursos naturales, especialmente de los manglares, para vivir. 

“Las infraestructuras, la economía y la seguridad alimentaria de cientos de comunidades costeras dependen de estos bosques inundados” indica Claudia Teutli Hernández, bióloga y profesora de la Escuela nacional de estudios superiores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Trazo de unión entre la tierra y el mar

A lo largo de 4.600 kilómetros de línea costera en México, laberintos de raíces retorcidas que emergen del suelo pantanoso, ramas enredadas y hojas verdes durante todas las estaciones del año conectan la tierra con el mar. Se trata de los bosques de manglar, considerados unos de los ecosistemas más productivos del planeta. 

Según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), los manglares de México representan el 6% del total mundial, tratándose del cuarto país con más presencia este ecosistema tan solo por detrás de Indonesia, Australia y Brasil. 

Los manglares forman un ecosistema particularmente precioso para las poblaciones costeras. Los servicios ecosistémicos que ofrece este ambiente son múltiples. El cinturón de vegetación reduce la erosión costera y sirve como barrera de protección ante eventos meteorológicos de alto impacto como los huracanes. Las raíces de los árboles sumergidas en el fango y el agua salobre, son refugio para la anidación y supervivencia en etapa juvenil de peces y crustáceos y sus ramas, además, son hogar de variadas especies de fauna silvestre como aves, monos, y felinos. Adicionalmente, los manglares son sumideros de gases de efecto invernadero: su captación de dióxido de carbono es aún más eficiente que la de los árboles de los bosques tropicales terrestres.

Los manglares forman una barrera de protección contra los episodios meteorológicos violentos

Datos de la plataforma Global Mangrove Watch muestran una pérdida de 44.788 hectáreas de manglares en México entre 1996 y 2020. 

Turismo y crecimiento urbano

“El deterioro de los manglares va en función del desarrollo económico de cada región”, explica Claudia Teutli Hernández.  En la Península de Yucatán, por ejemplo, el boom de complejos turísticos y el crecimiento de la mancha urbana representan la principal amenaza. 

La isla Holbox, ubicada en el Caribe mexicano, es un ejemplo del deterioro de manglares generado por el crecimiento turístico e inmobiliario: las calles y brechas del poblado se abren paso entre este ecosistema único. 

Teutli Hernández explica que en la zona de Baja California y Baja California Sur la infraestructura de la carretera es causante del deterioro de los ecosistemas de manglares, mientras en la región de Tamaulipas, al noroeste, la extracción de hidrocarburos representa una de las principales amenazas. En otras regiones como Veracruz, en el centro del país, la ganadería es otro de los factores de deforestación, junto con el turismo. 

El ritmo al que se destruye vegetación de manglar en México es muy superior a la capacidad de restaurar y recuperar estos ecosistemas, afirma por su parte Jorge Herrera Silveira, investigador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (IPN) Unidad Mérida. 

El reto de la conservación es mayúsculo. En distintos puntos del país, comunidades se organizan para hacer labores de restauración, vigilancia y concientización. Herrera Silveira acompaña, por ejemplo, desde hace diez años los trabajos de 13 mujeres en la costa norte de Yucatán, conocidas como Las Chelemeras

En distintos puntos del país, las comunidades se organizan para hacer labores de restauración y vigilancia de manglares

El grupo, integrado por amas de casa, madres, esposas y cuidadoras, se ha convertido en un referente nacional por haber revivido 100 hectáreas de manglares deteriorados en su comunidad, Chelem. De ahí el nombre del colectivo. 

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Las Chelemeras depositan barro y sedimentos en el fondo del agua para plantar semillas de mangle rojo. Este colectivo de mujeres ha revivido 100 hectáreas de manglares de la costa norte de Yucatán, en México.

El combate de las Chelemeras

La técnica de restauración consiste en reconectar los flujos hidrológicos para que el manglar, por sí solo, vuelva a crecer. Desde hace una década, las chemeleras se colocan unas botas de neopreno, sombrero, guantes y una camiseta de manga larga que recubre su piel morena para adentrarse en el fango durante más de cinco horas a abrir zanjas a pico y pala. 

El colectivo surgió con un proyecto de restauración impulsado por Herrera Silveira y luego siguieron las mujeres por cuenta propia, cuenta Keila Vázquez, una de las líderes. “No ha sido un camino sencillo”, reconoce. “La restauración requiere dinero para vestimenta especial, traslados, alimentos, entre otras necesidades, y los recursos económicos caen a cuenta gota, a veces de instituciones académicas o a veces de organizaciones de la sociedad civil”.

En el otro extremo del país, en la ciudad de La Paz, Baja California Sur, otro grupo de 14 mujeres protege uno de los últimos manchones de manglar que quedan en la zona urbana. Son las Guardianas del Conchalito, como se le conoce al manglar. Ellas residen en El Manglito, un barrio popular situado justo al frente. 

Cansadas de la pesca furtiva en el lugar, decidieron organizarse para vigilar más de 40 hectáreas por tierra, áreas donde sus esposos e hijos pescadores no podían acceder con sus pangas (pequeñas embarcaciones), cuenta Martha García, una de las fundadoras. Su fortaleza es que son muchas, explica. Al principio corrían a pedradas a los pescadores ilegales, pero con el paso de los años ampliaron sus objetivos para restaurar y cuidar el perímetro, que llegó a servir hasta como basurero clandestino. 

Para ambos grupos de mujeres, la educación ambiental se ha convertido en uno de sus pilares de trabajo. Se trata de una forma de anclar, de cara al futuro, sus esfuerzos consolidados para preservar el manglar.

Las reservas de biosfera, al auxilio de los manglares en América Latina

Desde septiembre de 2022, la reserva de biosfera de La Encrucijada (México) encabeza un proyecto para evaluar el estado de los manglares y restaurarlos en siete reservas de biosfera de América Latina y el Caribe situadas en Colombia, Cuba, Ecuador, Panamá y Perú. 

América Latina y el Caribe albergan cerca del 26% de los manglares del mundo, que se encuentran en retroceso desde la década de 1980 prácticamente en todas las partes del mundo. Los manglares dan servicios ecosistémicos cruciales a muchas poblaciones costeras, especialmente a las comunidades indígenas, ya que sirven como criaderos y proveedores de madera. También son una defensa costera natural: al romper las olas, protegen contra la erosión costera y las tormentas. Además sirven como hábitat para muchas especies de aves, reptiles y anfibios, y son eficientes sumideros de carbono. 

La buena noticia es que estos ecosistemas tienen una capacidad excepcional para regenerarse, siempre y cuando se les brinde ayuda. Para lograrlo, el proyecto de la UNESCO, financiado por fondos del gobierno flamenco de Bélgica, cuenta con los saberes de las comunidades locales, las poblaciones indígenas y los científicos. En una primera fase, se ocupará de identificar las causas de la desaparición de los manglares. 

Más adelante se organizarán talleres técnicos a nivel local para determinar las amenazas que pesan sobre estos sistemas y aportar respuestas adecuadas. El proyecto también tiene como objetivo identificar las especies de manglares que pueden ser reintroducidas y los lugares donde pueden ser replantados y restaurados con el fin de iniciar un ciclo de regeneración natural que pueda ser sostenible a largo plazo.

La llamada del bosque
El Correo de la UNESCO
julio-septiembre 2023
UNESCO
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