Idea

Hadas en el país de los canguros

Los primeros cuentos australianos, inspirados por los relatos europeos, trasladaron a los montes australianos viejos cuentos de hadas para que los niños de los colonos pudieran familiarizarse con su nuevo entorno.
Couverture de Les Trois Koalas et Boucle d’or : un conte de fées australien, vers 1930.

Michelle J. Smith
Profesora Adjunta de Estudios Literarios, Universidad de Monash, Melbourne, Australia

A menudo concebidos erróneamente como “universales” y “atemporales”, los cuentos de hadas están en realidad fuertemente arraigados en los valores de la época y el lugar en el que se cuentan. Los primeros cuentos de hadas australianos no se inspiraron en antiguas tradiciones orales o literarias autóctonas, como sucedió en Europa, si no que en la mayoría de los casos fueron escritos por los colonos blancos cuando las Primeras Naciones fueron desposeídas de sus tierras y su modo de vida quedó alterado. Estos cuentos describen las características naturales de Australia, explican la historia del país e intentan familiarizar a los jóvenes lectores con la flora y la fauna locales.

Los primeros cuentos australianos se basaban en relatos británicos y europeos trasladados a los montes australianos o al interior del país. Los tres koalas y Ricitos de Oro: un cuento de hadas australiano, publicado a principios de la década de 1930, por ejemplo, se basa en fotografías que muestran la relación entre una niña y los koalas. Estas imágenes fueron tomadas por Cinesound, una antigua productora cinematográfica australiana.

El texto transporta al lector a una época en la que “tres pequeños koalas australianos” vivían en el monte australiano, alimentándose con hojas de eucalipto y bebiendo “leche en pequeños cuencos blancos”. Ricitos de Oro vivía entonces en las lindes del bosque y, como era de esperar, devoraba la comida de los koalas, a excepción de las poco apetecibles hojas de eucalipto. La última página del libro ofrece información sobre las características y los hábitos alimentarios de la “mascota nacional australiana". Ya sea porque la fábula se considera una herramienta didáctica útil o porque el género suele estar protagonizado por animales, los cuentos del periodo colonial tratan de reflejar a menudo el entorno natural local.

En busca de los orígenes

Como muchos libros de esa época, Cuentos de hadas del país de la mimosa, de Olga Ernst (1904), pretende contar el origen de algunas características de la naturaleza. “El origen de la mimosa” describe una “raza de hadas conocida como 'Las niñas del lago'” que vivía en el interior del país, en los alrededores del lago Eyre (Kati Thanda), en Australia Meridional. Aunque ahora es un lago salado, la historia cuenta que hace tiempo la región fue “fértil y pródiga”, y que las llanuras se fueron convirtiendo poco a poco en tierras “estériles y desérticas”. Las hadas corrían peligro de morir con la desaparición de las plantas y los animales, y su única posibilidad de supervivencia estaba en manos de Oberón, el rey de las tribus de hadas, que podía cambiar su apariencia para evitar que murieran. Las hermosas hadas, flotando entre los árboles con sus cabellos rubios, parecían “lindas esferas doradas” y Oberón las transformó en semillas que los pájaros esparcían durante los incendios forestales en lo que hoy es el Estado de Victoria. De las semillas nacieron los árboles de mimosa, y las flores doradas de este arbusto (Acacia pycnantha) llegaron a ser el símbolo nacional de Australia.

El recurso a hadas rubias muestra cómo los primeros cuentos australianos recrearon el entorno desde el punto de vista de los colonos blancos

El recurso a Oberon y a hadas rubias sin nombre es una muestra clara de cómo los primeros cuentos de hadas australianos recrearon el entorno desde el punto de vista de los colonos blancos, sobre todo a través de la importación de personajes de las tradiciones británicas y europeas.

¿Quién teme al feroz bunyip?

Para Olga Ernst, las hadas son una “raza” que puebla el interior de Australia en ausencia aparente de las Primeras Naciones, algo característico de este género literario en la época colonial. Butha y el bunyip: La caperucita roja australiana (1891), el libro de Mary Hannay Foott, es una excepción, ya que describe a personajes de las Primeras Naciones y su compromiso con Country (un término aborigen que define la tierra a la que están conectados). La protagonista de Foott es una joven aborigen llamada Butha, que vive con sus padres en una región donde abunda la caza (walabíes, paramélidos y zarigüeyas). Una noche, cuando lleva comida a su abuela, Butha descubre las huellas que ha dejado un hombre ensangrentado e identifica el origen de su herida: ¡un bunyip! Esta criatura, que hace el papel de lobo feroz, tiene su origen en la mitología de las Primeras Naciones: el bunyip es un anfibio al que se le teme porque ataca a niños y animales, sobre todo cerca de lagos, ríos y charcas.

La protagonista de Foott nos recuerda a las versiones de Caperucita Roja en las que la niña consigue burlar al lobo: Butha calma al hambriento y amenazador bunyip con su “largo hocico de serpiente” ofreciéndole comida de su bolsa. En un ambiente cultural en el que se consideraba que los pueblos de las Primeras Naciones necesitaban la “protección” y la modernidad que les aportaban los blancos, Butha y el bunyip traslada al monte australiano una historia familiar de supervivencia ante los peligros propios del bosque europeo y pone de relieve los métodos que utilizaban los pueblos de las Primeras Naciones para extraer abundantes recursos de la tierra en la que vivían.

Un koala antropomorfo

Los cuentos tradicionales europeos se trasladaron al nuevo contexto australiano en el periodo colonial. Durante unos cuarenta años, los autores australianos cultivaron una relación directa entre el entorno, la identidad nacional y los cuentos infantiles. Sin embargo, el cuento australiano fue un fenómeno relativamente efímero que desapareció en gran medida en la década de 1930. En lugar de reproducir personajes e historias importados, los autores empezaron a escribir sus propios relatos fantásticos ambientados en el monte australiano, como la serie de libros Snugglepot y Cuddlepie de May Gibbs sobre los “bebés gumnut” o “bebés de eucalipto” (1918), y la serie de libros Blinky Bill de Dorothy Wall, protagonizada por un koala antropomorfo, que empezó en 1933.

A partir de la década de 1930, los autores australianos empezaron a escribir sus propios cuentos fantásticos, ambientados en el monte de su país

En la actualidad, se ha renovado el interés por la tradición de los cuentos de hadas, con autoras como Kate Forsyth y Margo Lanagan. Pero, -y ésta es una diferencia notable-, la presencia de las Primeras Naciones es ahora más visible en el género, tal y como ilustra El libro del cisne (2013), novela de Alexis Wright, en la que, en un futuro apocalíptico, una joven aborigen es hallada en el tronco hueco de un eucalipto, muda y amnésica, diez años después de su desaparición. ¡Estamos muy lejos de los primeros cuentos australianos de las hadas de cabellos de oro!