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Kailash Satyarthi: en marcha por los derechos del niño

A los niños y jóvenes se les ha otorgado el derecho a la educación, pero ahora es preciso que aprendan cuáles son sus derechos. Esta es la nueva meta de Kailash Satyarthi, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2014. Desde 1980, año en que fundó el movimiento “Bachpan Bachao Andolan” (Salvar a la Infancia), ha estado en primera línea de la lucha contra la esclavitud y el trabajo infantil, contribuyendo a liberar de la explotación a más de 85.000 niños en la India mediante la educación y la reinserción social. Satyarthi explica a El Correo de la UNESCO cómo emprendió su acción para mejorar la suerte de la infancia, qué espera de su nueva lucha por lograr que las escuelas protejan a los menores y por qué está convencido de que la verdadera liberación empieza con la educación.
Setembro de 2017, no 23º dia da marcha Bharat Yatra em Indore (Madhya Pradesh, Índia).

Entrevista realizada por Mary de Sousa

¿Cuándo y cómo se decidió a luchar por la causa de los derechos de los niños?

Cuando tenía cinco años, la primera vez que fui a la escuela. Ese mismo día vi a otro niño de mi edad más o menos que estaba sentado a la puerta de la escuela y miraba mis zapatos. Tenía delante de sí una caja de limpiabotas. Esto me desasosegó mucho y por eso mi primera pregunta al maestro fue: “¿Por qué ese niño está fuera y no aquí dentro con nosotros?”. El maestro me dijo que era muy corriente que los niños pobres se vieran obligados a trabajar.

Otro día le hice la misma pregunta al padre del niño y, tras decirme que su padre y su abuelo también habían sido limpiabotas, me preguntó: “¿Acaso no sabe usted, señor, que las personas como usted nacieron para estudiar y la gente como nosotros para trabajar?”. Esta pregunta quedó grabada en mi mente, pero a esa edad no pude responderla.

De más mayor guardaba mis libros de años anteriores para dárselos a los niños pobres, y también ahorraba el dinero que me daban mis padres para pagarles la matrícula en la escuela. Más tarde, cuando llegué a ser ingeniero eléctrico, me seguía atenazando el sentimiento de que tenía que hacer algo por esos niños. Así que decidí abandonar mi profesión y dedicarme en cuerpo y alma a la causa de la educación de la infancia pobre.

¿Cuáles diría usted que han sido sus logros más importantes?

Al principio del todo, cuando empecé a escribir e imprimir miles de octavillas para repartirlas en los mercados durante nuestra primera campaña de propaganda, estaba convencido que la educación y la emancipación eran dos caras de la misma moneda. Cuando intenté por primera vez llevar el debate sobre el trabajo infantil al ámbito político, no logré nada. La India solamente promulgaría su primera ley contra el trabajo infantil en 1986. Tuve que batallar durante seis años para que se aprobara esa ley que, por lo demás, dista mucho de ser perfecta. Por eso, la lucha sigue.

Cuando se liberó a los niños de la esclavitud y pedí que se les escolarizara, muy a menudo tuve que sufrir humillaciones. Se me decía que eran sucios y desarrapados y no se les podía admitir en las escuelas.

Entonces me puse en contacto con algunos amigos juristas. Me explicaron que en la India la educación no era un derecho reconocido en la Constitución. Solamente en 2001, después de una vasta campaña de movilización, se logró la adopción de la 86ª enmienda del texto constitucional que consagra la educación como derecho fundamental.

Su campaña contra el trabajo infantil comenzó en la India, pero muy pronto cobró una dimensión internacional. ¿Por qué fue así?

Costó veinte años lograr que esta campaña cobrara importancia mundial. Cuando en 1980 fundé en la India el movimiento “Bachpan Bachao Andolan” (BBA), me percaté de que no existía ningún instrumento jurídico internacional que protegiera a los niños contra el trabajo forzoso, el tráfico, la prostitución y otras actividades perniciosas para su salud y seguridad. Ningún organismo de las Naciones Unidas –ni siquiera la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ni el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)– poseía un instrumento de este tipo, y tampoco el Banco Mundial.

Empecé a examinar qué sucedía con el trabajo infantil en Pakistán, Nepal y Bangladesh, y me encontré con que en esos países también había muchos niños víctimas de la esclavitud contemporánea. Al mismo tiempo, empecé a participar en los trabajos de la Comisión de Derechos Humanos con sede en Ginebra (Suiza) y decidí hacer una campaña en favor de un instrumento jurídico internacional contra la esclavitud infantil.

Recorrí Europa y los Estados Unidos, y en Alemania preparé un programa para la abolición del trabajo infantil a nivel internacional. El resultado fue que en 1992 la OIT creó el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), al que posteriormente se adhirieron UNICEF y el Banco Mundial.

En 1993, el BBA inició su primera campaña en la India con una marcha contra el trabajo de los niños. Cinco años después se emprendió la Marcha Mundial contra el Trabajo Infantil, que en seis meses recorrió 80.000 km en 103 países.

El éxito que coronó todos esos esfuerzos fue sin duda alguna la adopción en 1999 del Convenio 182 de la OIT sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación. Habían transcurrido casi veinte años desde que repartí mis primeras octavillas en los mercados de la India. El convenio se adoptó por unanimidad y fue ratificado por 181 países.

Hace diez años convocó otra marcha para propugnar la adopción de un protocolo regional contra el trabajo forzoso en el Asia Meridional y más recientemente, en septiembre de 2017, la marcha “Bharat Yatra” para acabar con los tráficos y los abusos sexuales de que son víctimas los niños en la India. ¿Qué le indujo a organizar esas marchas?

La marcha nacional “Bharat Yatra” recorrió 11.000 km durante 36 días por toda la India. Fue un toque de atención para movilizar a la opinión pública en favor de la consigna “Hacer de la India un país seguro para los niños”. Los abusos sexuales contra la infancia son una plaga extendida por todo el mundo, pero en la India han llegado a ser una verdadera epidemia: no hay día en que no se den casos de menores víctimas de agresiones sexuales, violaciones y tráficos.

En la India, cada dos minutos se vende a un niño y cada media hora se comete un abuso sexual contra un menor. En muchos casos, los autores de este último delito son conductores de autobuses escolares, profesores y tutores del sistema educativo. Todos ellos deambulan por ahí, en libertad y sin temor alguno, mientras que sus víctimas, muertas de vergüenza, permanecen calladas.

Tras haber pasado casi toda mi vida luchando por que los niños vayan a la escuela, a estas alturas me he percatado de que los niños no siempre están protegidos en ella.

Ante todo, es preciso acabar con el hecho de que los abusos sexuales cometidos contra niños sean un tema tabú. Para ello, es necesario lograr una potente movilización popular y por eso hemos recurrido a la marcha, una estrategia de probada eficacia. Basándonos en el éxito de acciones pasadas, hemos abordado frontalmente el problema de la violencia contra los niños incluyendo en ésta los matrimonios y la explotación infantiles, que siguen siendo obstáculos de envergadura para su escolarización.

¿Qué éxito ha tenido esta nueva marcha y qué va a suceder ahora que se ha empezado a concienciar a la opinión pública sobre la gravedad de este problema?

La marcha “Bharat Yatra” fue un éxito sin precedentes, porque contó con casi millón y medio de participantes y, sobre todo, acabó con el silencio sobre el tabú de los abusos sexuales infligidos a menores. Por doquiera que fuimos, niños y adolescentes tuvieron el valor de alzarse entre la muchedumbre e incluso subir a las tribunas para contar por primera vez lo que les había ocurrido.

A los niños y jóvenes se les ha otorgado el derecho a la educación, pero ahora es preciso que aprendan cuáles son sus derechos. Hemos empezado a impulsar una campaña sobre el tema “Escuelas Seguras” para que la lleven a cabo universidades y centros docentes de primaria y secundaria de toda la India, centrándose principalmente en la protección contra los abusos sexuales.

También estamos elaborando un estudio para evaluar el impacto de la marcha “Bharat Yatra” en la adquisición de conocimientos y el cambio de actitudes y comportamientos. Sus conclusiones se difundirán a nivel internacional, ya que algunos países nos las han pedido con vistas a organizar campañas para proteger a los menores en las escuelas.

Durante la marcha “Bharat Yatra”, usted dijo que los políticos deberían volver a la escuela. ¿Qué quiso decir con eso?

Algunos se comprometieron a visitar las escuelas que habían frecuentado de niños. Yo les alenté a que lo hicieran, pero no en calidad de personalidades, sino como padres o madres de alumnos corrientes. Les pedí que fueran para informarse sobre la protección de los alumnos, y también sobre la calidad de la educación impartida, los docentes y la situación general de la escuela. Les dije que debían averiguar si las escuelas eran acogedoras para los niños, si cumplían con el programa de servir comidas a mediodía y si el índice de asistencia del alumnado era satisfactorio. A veces, el sistema educativo se margina y se desconecta de la realidad, y en las zonas rurales la corrupción puede entrañar índices elevados de ausentismo de los docentes y deserción de los alumnos.

Si se logra que los políticos visiten las escuelas, se podrían cambiar muchas cosas. También he pedido que las escuelas sean visitadas por agentes de policía femeninos para crear una atmósfera de protección. El gobierno va a promulgar una nueva ley contra el tráfico de seres humanos, que incluirá a los niños y va a hacer campañas de educación y programas de sensibilización sobre esta cuestión.

En 2014, usted fue recompensado con el Premio Nobel de la Paz por “su lucha contra la opresión de niños y jóvenes, y en favor del derecho de todos ellos a la educación”. ¿Ese premio cambió su vida?

Suelo decir en broma que desde que me dieron una medalla por la paz, ya no vivo en absoluto en paz. Recibí unas 40.000 invitaciones para acudir a otros tantos eventos y he calculado que necesitaría vivir 160 años más para estar presente en todos ellos. Al mismo tiempo, me satisface mucho que se me considere una persona normal y corriente premiada con este galardón. Lo que más confianza me da en lo que trato de hacer es precisamente el contacto con la gente corriente como yo.

Un inconveniente es que ahora no puedo llevar a cabo personalmente operaciones de rescate de niños que trabajan forzados. Mi cara ha llegado a ser conocida incluso en las regiones más apartadas de la India. Por eso, antes de que yo llegue a una mina o fábrica donde trabajan niños, se les evacuará porque sus explotadores estarán ya sobre aviso. Pese a todo, a veces he pasado desapercibido en algunos de esos lugares y he podido visitarlos hasta en dos o tres ocasiones para lograr mi objetivo de denunciar ese tipo de situaciones. Por otra parte, la ventaja que tengo ahora es que se me han abierto las puertas de acceso a jefes de los organismos de las Naciones Unidas, primeros ministros y presidentes de países, con los que puedo hablar directamente sobre la necesidad de cambiar las políticas.

Su labor actual dista mucho de su profesión inicial de ingeniero eléctrico. ¿Ha podido utilizar sus conocimientos profesionales en la acción que lleva a cabo?

Mi formación de ingeniero me ha resultado muy útil, porque me permite pensar de forma analítica, racional y estructurada. Creo que por eso he basado mi lucha contra la esclavitud infantil en la idea de conquista de un derecho humano, y no en una idea convencional de realización de actos de caridad o beneficencia. Los cambios estructurales se consiguen con más facilidad cuando se adoptan enfoques estructurales.

Desde que empezó a militar por los derechos de la infancia, ¿qué cambios ha observado en la vida de los niños?

Me consta que liberar a la infancia de la esclavitud laboral y los matrimonios precoces tiene un efecto multiplicador. La educación emancipa y confiere un sentimiento de dignidad e identidad a las personas más desfavorecidas y marginadas, especialmente a los niños pequeños y las muchachas. Cuando aprenden a leer y escribir y saben cuáles son sus derechos, su autoestima crece enormemente.

He visto a muchas adolescentes resistirse a que se las casara contra su voluntad, porque sabían que tenían derecho a negarse y podían recurrir a la protección de la policía o de una ONG. Asimismo, gran número de muchachos atrapados en el engranaje de la esclavitud laboral buscan ponerse en contacto con alguien que les ayude, una vez que saben cuáles son sus derechos.

¿Qué ha aprendido de los miles de niños que usted ha encontrado en su vida?

Que es fundamental mantener vivo el niño que todos llevamos dentro. Creo que la gente es sincera, sencilla y pura en la vida cuando no ha olvidado cuán importante es sentirse niño.

¿Qué mantiene viva su motivación para proseguir la lucha?

¿Qué mantiene viva mi motivación?... Pues, los sueños que veo en los ojos de los niños.

La educación, una utopia necesaria
UNESCO
Enero-Marzo 2018
0000261279