Idea

“La colisión entre el texto y la imagen abre un tercer campo de posibilidades”.

Autora e ilustradora galardonada con varios premios, la francesa Delphine Perret ha publicado una treintena de libros en los que texto e imagen interactúan en un sutil juego de humor y delicadeza que deja mucho espacio a la imaginación del lector.
Illustration extraite de Björn, six histoires d'ours.

Entrevista realizada por Agnès Bardon
UNESCO

¿Siempre tuvo la intención de escribir para los niños?

Al principio, lo que me interesaba era crear libros ilustrados. A decir verdad, cuando empecé, no pensaba realmente en el lector. Era un concepto bastante vago para mí. Como muchos ilustradores, primero me implicaba en un proyecto y luego me preguntaba quién iba a leerlo. Pero el deseo de crear objetos que combinaran texto e imagen me llevó de forma natural a trabajar en el ámbito editorial infantil. Hoy sí que sé a quién me dirijo. Quiero contar historias a la altura de los niños.

 ¿Qué quiere decir con historias “a la altura de los niños”?

Escribir a la altura de los niños es recorrer un camino estrecho que tiene que ser comprensible sin ser simplista. Es una tarea muy exigente. Un niño no tiene la misma experiencia del mundo que un adulto, así que hay que ponerse a su alcance confiando en su inteligencia. Es importante confiar en ellos porque no siempre estaremos a su lado para contarles la historia.

Escribir al alcance de los niños es recorrer un camino estrecho que tiene que ser comprensible sin ser simplista

Al hablar a un niño, tenemos tendencia naturalmente a ponernos a su altura para establecer un vínculo con ellos. Cuando doy talleres en las clases, a menudo siento la necesidad de agacharme o de inclinarme para que el niño sienta que realmente le estoy escuchando. Cuando escribes es un poco lo mismo: tienes que ponerte a su nivel.

Al mismo tiempo, los libros infantiles tienen la particularidad de estar dirigidos tanto a niños como a adultos, de modo que hay que hablar a dos lectores a la vez: al lector, que normalmente es un adulto, y al que escucha.

¿Qué libros o artistas le han influido?

De niña me encantaba adentrarme en el universo del ilustrador británico Quentin Blake. Hace poco volví a encontrarme con sus dibujos y tuve la misma sensación que entonces, el mismo deseo de entrar en la casa que estaba dibujando y de conocer a sus personajes. También he disfrutado mucho leyendo los libros de Philippe Corentin o Jean-Jacques Sempé. Me gusta cuando los personajes están muy vivos y la imagen tiene una fuerza de sugestión importante.

Estos ilustradores me han influido, pero sé distinguir entre lo que me gustaba de niña y lo que me gusta hoy como ilustradora. Mis dibujos son el resultado de un vaivén entre los libros que me hubiera gustado leer de niña y mi deseo de explorar ciertas formas como dibujante. Hay que encontrar el equilibrio entre los dos. Si sólo exploras, te alejas del lector, y si sólo piensas en el lector, te privas de cierta creatividad gráfica.

¿Cómo organiza en sus libros la relación entre texto e imagen?

Son dos lenguajes diferentes. La imagen debe ser complementaria del texto, en la medida de lo posible. Algunas cosas se dicen mejor con palabras, otras con dibujos. Hay que jugar con estos dos modos de expresión. A veces tampoco me apetece dibujar ciertas escenas, pero acaban imponiéndose porque creo que el lector querrá verlas. Pienso, por ejemplo, en un pasaje de mi libro Björn, six histoires d’ours [Björn, seis historias de un oso], en el que una liebre está jugando a las cartas. Representar a esta liebre no aporta nada a la historia, porque la escena ya está descrita en el texto, pero me pareció que el lector querría verla. Y, como dibujante, mostrársela era como una golosina.

En un libro ilustrado, también se puede jugar con la discrepancia entre texto e imagen. En Une super histoire de cow-boy [Una gran historia de vaqueros], por ejemplo, la historia dibujada es muy diferente de la que narra el texto. Aparece el texto, la imagen y el choque de ambos, lo que abre una tercera vía de posibilidades.

¿La idea de sus libros existe antes de empezar el proyecto o va surgiendo por el camino?

Cuando trabajo en un proyecto, es verdaderamente el tema, la idea, el texto lo que prevalece. Luego, enseguida imagino la forma. Necesito poder imaginarme el objeto libro para darle vida. Por ejemplo, cuando comencé Une super histoire de cow-boy, quería ver que resultaba si desfasaba el texto y la imagen hasta el punto de que fueran casi dos historias diferentes. Mi libro Le Plus Bel Été du monde [El mejor verano del mundo] nació del deseo de dibujar paisajes. Sólo después se me ocurrió la historia. También quería contar el paso del tiempo, del verano. Así que lo preparé en acuarela y no en blanco y negro, que es mi estilo habitual. Además, el proyecto no tomó el rumbo que había previsto al principio. Hay que aceptar que a veces el libro adquiere vida propia.

A veces organiza talleres en colegios. ¿Qué ha aprendido de estos encuentros con sus lectores?

Siempre es interesante ver a tus lectores porque son los momentos en los que puedes comprobar si el libro ha sido percibido como lo imaginabas, si se han perdido cosas por el camino o si el niño se ha contado otra historia. Una vez que el libro sale, ya no nos pertenece por completo, vive su vida.

Los encuentros con los lectores son momentos en los que puedes comprobar si el libro ha sido percibido como lo imaginabas

Cuando los niños han leído alguno de mis libros, se crea inmediatamente una complicidad. A veces hago lecturas ilustradas y resulta muy divertido, cuando los niños conocen las réplicas de antemano es muy satisfactorio. Es como si yo hubiera entrado por una puerta, ellos por otra, y ahora estuviéramos en medio de una habitación, en el mundo de ficción que les he propuesto y al que han aceptado incorporarse.