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Liber’Thé, incubadora de ciudadanía en Túnez

Fundado hace once años en una calle tranquila del centro de la capital, este café ha logrado imponerse como un actor importante de la escena cultural de la ciudad.
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Frida Dahmani

Periodista en Túnez

El lugar aparece al doblar la esquina de una calle discreta, situada al margen de las bulliciosas avenidas del barrio Lafayette, en el centro de la capital tunecina. Unas sencillas mesas dispuestas ante la fachada sombría de un edificio moderno indican la presencia del café Liber’Thé. Inaugurado hace once años por Ghassen y Lassaad Labidi, este local estrecho, con muros cubiertos de libros, es bastante más que un simple café. En pocos años se ha convertido en un pilar de la escena cultural alternativa de la ciudad.

Es cierto que los hermanos Labidi tuvieron tiempo para madurar su proyecto. Ghassen, graduado de ingeniería, y Lassaad, contable, se lanzaron al negocio en 2011 juntando el dinero que uno de ellos consiguió con la venta de su coche y el otro con un crédito al consumo. Instalarse en el barrio de su infancia les pareció desde el principio una decisión obvia. “El hecho de ser conocidos aquí generó confianza a los ciudadanos, que nos dieron el visto bueno”, cuentan.

La salida de los europeos tras la independencia y el posterior éxodo de las familias tunecinas, atraídas por las nuevas urbanizaciones de las afueras, cambiaron el perfil de este barrio, que hoy alberga sobre todo instituciones públicas, embajadas, universidades privadas y empresas de servicios. Desde hace algunos años, sin embargo, los jóvenes, que constituyen buena parte de la clientela de Liber’Thé, vuelven a instalarse en la zona, que conserva cierto encanto decadente. 

Convivencia

La gente acude al establecimiento a pasar un rato entre amigos, trabajar o escuchar música. Alia, estudiante de artes plásticas, frecuenta el lugar porque sabe que allí encontrará a sus amistades. “Me siento más tranquila aquí, lejos de las disputas de mis hermanos y hermanas, y de las órdenes de mis padres”, confiesa por su parte la joven Safa, que cursa el bachillerato.

Crear un lugar donde las mujeres se sintieran a gusto, fue una de las condiciones que los propietarios se impusieron desde el principio. “Nuestra idea inicial fue crear un formato novedoso, que fuera a la vez café cultural y espacio de inclusión”, explica Lassaad. De hecho, estudiantes de secundaria y bachillerato no dudan en empujar la puerta y entrar a tomar algo en Liber’Thé. “Aquí se respeta a las jóvenes y ellas pueden expresarse libremente, sin que se les considere muñecas de adorno ni trofeos”, confirma Safa, tras preguntar a los amigos sentados junto a ella. “Chicas y chicos discuten sin distinción de género u origen social”, asegura por su parte un habitual.

Crear un lugar donde las mujeres se sintieran a gusto fue una de las condiciones iniciales

El espacio, donde suena una canción de Jacques Brel, es más bien pequeño pero la voluntad y la energía de los hermanos Labidi hacen que sea más grande convirtiéndolo, según el día, en centro de exposiciones, sala de proyección de películas, salón de conciertos y espectáculos, espacio de trabajo y, por supuesto, local de café. De ese modo el establecimiento acaba siendo un ágora donde se debaten asuntos como el racismo, la inmigración, la ciudadanía o la marginación.  

En ese aspecto, Liber’Thé se inserta en una tradición tunecina de lugares dedicados a la convivencia, el intercambio, el debate e incluso a la resistencia como lo fuera el Taht Essour, un café mítico ya desaparecido donde, en la década de 1930, se reunía la élite intelectual y artística que se oponía al colonialismo.

Un acelerador de ideas

“Al principio, alguien hubiera podido temer que esto se convirtiera en otro bar de moda, frecuentado por hombres, y que viniera a perturbar la tranquilidad de esta calle. Pero finalmente se trata de un espacio abierto a todos, una incubadora de ciudadanía y un acelerador de ideas”, señala Hédi Bouchiha, periodista de Radio Túnez, cuya sede está a tres calles del local. 

En contacto directo con las preocupaciones de los ciudadanos, Liber’Thé funciona como una caja de resonancia de las aspiraciones de las minorías,  de los jóvenes y de los menos jóvenes que acuden a los debates filosóficos o políticos del café. “Todos somos, sin distinción alguna, actores de la sociedad”, opina Lassaad, mientras da los últimos retoques al nuevo programa cultural que comenzará a principios de 2023.

Liber’Thé funciona como una caja de resonancia de las aspiraciones de las minorías, los jóvenes y los menos jóvenes

Para ir más lejos, Ghassen y Lassaad fundaron en 2016 la Asociación Cultural de Creación y Reflexión Optimista (ACCRO), destinada a sostener las iniciativas culturales presentadas en el espacio. Algunas de ellas, como el festival Escena Libre de Túnez, han llegado a ser hitos de la vida cultural de la capital.

Pero más que su programación, es la actitud del público lo que hace el espíritu de Liber’Thé. “Siento que me falta algo cuando hace unos días que  no voy”, asegura Seif, un joven comerciante que se ha propuesto crear una asociación ecologista y lanzar una serie de debates sobre el clima. “Es uno de los lugares poco comunes donde uno puede aprender tanto de los libros, como de los demás”. 

El café, símbolo de generosidad en las sociedades árabes

El café árabe y los conocimientos y prácticas relacionados con la cultura del café Khawlani son las dos tradiciones cafeteras árabes inscritas en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Ambas tradiciones multiseculares vinculan el café con el respeto y la generosidad.

El café árabe (inscrito por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar) fue inscrito en 2015. Preparado de forma tradicional ante los invitados, se elabora con granos ligeramente tostados en una sartén plana y machacados después en un mortero de cobre. Una vez preparado en una gran cafetera, se pone sobre el fuego y, cuando está listo, se vierte en una cafetera más pequeña. Primero se sirve al invitado más importante o de más edad, llenando una cuarta parte de la taza, y puede servirse varias veces. Es de cortesía beber al menos una tacita, pero nunca más de tres.

Al café Khawlani se lo conoce como el “oro verde de Yazan”, una región montañosa de Arabia Saudí. Las tribus Khawlani cultivan café desde hace más de 300 años y sus prácticas fueron inscritas en 2022. Las semillas de café se plantan en bolsas de malla llenas de tierra y son almacenadas en una zona de sombra durante tres o cuatro meses. Luego se trasladan a terrazas agrícolas que conservan el agua y la tierra. Las bayas de café se cosechan a mano dos o tres años después de la plantación. Una vez secas, se colocan y descascarillan en un molino de piedra plano para extraer los granos. Se considera una muestra de honor y respeto servir a los invitados café elaborado con granos procedentes de la propia plantación.