Idea

Libros para crecer

Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVIII para que emergiera una literatura dirigida específicamente a los niños. Hoy en día, a pesar de que la industria del libro infantil y juvenil está en pleno apogeo y de que autores e ilustradores rivalizan en creatividad para ayudar a los jóvenes lectores a crecer, la literatura infantil tiene que seguir luchando para ser reconocida por lo que es: un género literario de pleno derecho.
Les personnages Les Moumines de l’auteure et illustratrice finlandaise Tove Jansson.

Cath Pound
Periodista cultural independiente

Pegados a sus pantallas, se diría que los niños ya no leen. En cuanto a los libros, anticuados a ojos de las redes sociales, parece que no hacen más que acumular polvo en las estanterías desiertas de bibliotecas y librerías. Sin embargo, esta idea queda completamente desterrada por las cifras de ventas de los libros infantiles. Según un informe de la consultora británica Business Research Company, el mercado mundial de libros infantiles y juveniles no ha dejado de crecer en los últimos años y se espera que pase de 11.760 millones de dólares en 2023 a algo más de 12.000 millones en 2024.

La popularidad mundial de Harry Potter, de la autora británica J.K. Rowling, y de la serie fantástica His Dark Materials [La materia oscura], de su compatriota Philip Pullman en la década de los 90, fueron la punta de lanza del renacimiento de la literatura infantil. En los últimos veinte años, el número de títulos ha explotado literalmente, poniendo a disposición de los jóvenes lectores una oferta sin precedentes.

Los cuentos tradicionales y las historias de éxito, como Charlie and the Chocolate Factory [Charlie y la fábrica de chocolate], de Roald Dahl (Gran Bretaña), o Les Aventures du Petit Nicolas [El pequeño Nicolás], de René Goscinny (Francia), siguen siendo altamente populares. Lo mismo ocurre con clásicos ilustrados como The Very Hungry Caterpillar [La oruga muy hambrienta] (1969) del estadounidense Eric Carle, cuyo voraz personaje del título come todo tipo de alimentos página tras páginas antes de convertirse en mariposa, o Where the Wild Things Are [Donde viven los monstruos], del estadounidense Maurice Sendak (1963). Pero en los últimos treinta años, la oferta de libros se ha diversificado enormemente. En muchos países han surgido talentosos autores como Ana Maria Machado (Brasil) y Nahoko Uehashi (Japón), ambas ganadoras del prestigioso Premio Hans Christian Andersen y, paralelamente, una nueva generación de ingeniosos dibujantes sigue los pasos de célebres creadores de libros infantiles, como Tomi Ungerer (Francia) y Bruno Munari (Italia), contribuyendo a renovar el género de la historia ilustrada.

Entre los géneros favoritos de adolescentes y jóvenes adultos figuran el romance, la ciencia ficción, el relato romántico (que combina romance y fantasía), las novelas policíacas y los thrillers, y la popularidad de los audiolibros también está impulsando el mercado. Un informe de 2023 de Bookwire GmbH, proveedor de libros electrónicos con sede en Alemania, muestra que las ventas de audiolibros en España y América Latina aumentaron casi un 52% entre 2021 y 2022.

Adultos en miniatura

Aunque hoy en día la literatura infantil goza de mucha vitalidad, el género sólo existe desde hace unos 250 años. Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, los niños eran considerados “adultos en miniatura”, pero la situación cambió cuando se les empezó a considerar seres de pleno derecho como consecuencia de los postulados filosóficos de John Locke y Jean-Jacques Rousseau. Surgió entonces una literatura específica, particularmente en Reino Unido, Estados Unidos y Escandinavia.

“En estas regiones, la influencia de la Reforma protestante, que incitó a los padres a asegurarse de que sus hijos sabían leer en su lengua materna, desempeñó un papel decisivo. Gran parte de la literatura infantil del principio estaba destinada a fomentar la comprensión y los valores cristianos”, explica la profesora Karen Coats, directora del Centro de Investigación de Literatura Infantil de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido. De hecho, durante mucho tiempo los libros infantiles trataron de encontrar su camino entre las virtudes educativas y los imperativos morales. 

A partir del siglo XIX, los libros empezaron a emanciparse de estas exigencias proponiendo historias originales y ambiciosas como Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, o Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain. El movimiento Arts and Crafts de Reino Unido hizo introducir el libro infantil en la era moderna al sentar las bases de lo que sigue siendo distintivo del género: la libertad del autor, el cuidado del vínculo entre el texto y la imagen, la importancia de los colores y el valor del libro-objeto.

Los Moomins y Pipi Calzaslargas

Aunque tienen que competir con varias fuentes de entretenimiento, los libros siguen proporcionando una experiencia única a los niños. “La lectura es una de las formas más personales e inmersivas de pasar el tiempo: los niños se sienten libres de explorar un tema que les fascina, tomar parte en una arriesgada aventura o, sencillamente, entregarse a una comedia absurda. Cuando un niño encuentra el libro perfecto, el vínculo es profundo: se puede percibir en sus caras cuando ven a los autores”, afirma Nick Campbell, comprador de libros infantiles para las librerías Waterstones del Reino Unido.

Leer libros a los niños en edad preescolar también enriquece su vocabulario, les familiariza con la palabra escrita y alimenta su imaginación

Leer libros a los niños en edad preescolar también enriquece su vocabulario, les familiariza con la palabra escrita, alimenta su imaginación y les ayuda a identificarse con héroes positivos y diferentes. Desde 1945, los libros Moomin de la autora finlandesa Tove Jansson han puesto en escena a personajes excéntricos con un fuerte sentido de la integración, mientras Pipi Calzaslargas, de la escritora sueca Astrid Lindgren, encarna la libertad, la originalidad y la fuerza femenina. Más recientemente, el libro All Different (2001), del estadounidense Todd Parr, ha sabido transmitir un mensaje simple de aceptación del otro.

Confrontados a la realidad del mundo, los adolescentes necesitan libros que les ayuden en la transición a la edad adulta. Ganadora del premio Burt 2018 de literatura caribeña para jóvenes adultos, la novela The Dark of the Sea [La oscuridad del mar], del autor guyanés Imam Baksh, explora la agonía de la angustia adolescente en clave fantástica.

Las expectaciones realistas sobre la apariencia física, la violencia, la muerte o el racismo son temas frecuentes en obras destinadas a este rango de edad. Se abordan en ficciones distópicas como Uglies, del estadounidense Scott Westerfeld, o Noughts and Crosses, de la británica Malorie Blackman. La crisis ecológica también está muy presente, sobre todo en los países nórdicos, donde ha surgido un género de ficción distópica sobre el cambio climático. Las series Blodregn del sueco Mats Wahl, y Memory of Water [La memoria del agua], de la finlandesa Emmi Itäranta, abordan el impacto del ser humano en el medio ambiente.

La crisis ecológica ocupa un lugar cada vez más importante en los libros destinados a adolescentes

A menudo menospreciadas por los padres, redes sociales como BookTok desempeñan una importante función en la circulación de libros entre adolescentes. “Es un medio popular de acceder a opiniones sobre libros recomendables, y con frecuencia vemos la influencia que esas recomendaciones tienen en la demanda”, explica Nick Campbell. “Nuestras secciones de adolescentes y jóvenes lectores están llenas de gente joven ávida por hablar con sus amigos de los libros que les gustan”.

Un final feliz

Si la literatura infantil no ha sido destronada por otras formas de narración o por las pantallas, es porque sigue desempeñando un papel fundamental: ayudar a los niños a crecer. “Permite a los niños explorar el peligro, hacer frente a verdades difíciles y encontrar esperanza al final de las historias. Casi toda la literatura infantil se define por finales optimistas y posibilidades abiertas más que por el bloqueo de caminos futuros. La esperanza reside generalmente en el descubrimiento de que es posible cambiar las cosas a través de la acción”, explica Vicky Macleroy, catedrática de Literatura de la Universidad Goldsmith, en Reino Unido, y especialista en literatura juvenil.

No obstante, a pesar de los éxitos de venta, la multiplicación de premios y ferias, y la difusión masiva, la literatura infantil libra una batalla por ser percibida como un género por derecho propio, como si sus cualidades literarias estuvieran subordinadas a su valor educativo. Síntoma de esta falta de reconocimiento, los libros infantiles rara vez son objeto de verdaderas críticas en los medios de comunicación. “Seguimos creyendo que los libros tienen que dar lecciones a los niños e influir en su visión del mundo”, afirma Karen Coats.

“Ahora bien, la literatura infantil puede ser tratada igual que cualquier otra categoría literaria: leída por placer, estudiada y analizada por sus cualidades estéticas, criticada por sus grados de realismo e interpretada por su simbolismo e ideología”, prosigue. Siempre y cuando nos tomemos este género tan en serio como se merece, y no lo veamos a través del prisma de nuestros prejuicios de adultos. No olvidemos las palabras del autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry: “Todos los adultos fueron niños alguna vez, pero muy pocos de ellos lo recuerdan”.