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Nollywood se apunta al streaming

Con unas 2.500 películas al año, la industria cinematográfica nigeriana se ha impuesto como un actor de primer plano en el continente africano gracias a un modelo de producción rápida y eficiente. Nollywood -como se le denomina popularmente- ya es un sector apetecible para las grandes plataformas digitales y actualmente se orienta hacia producciones mejor financiadas y más diversificadas.
© JC Moschetti

Joey Akan

Periodista en Lagos

Nollywood está en ebullición. Desde que las grandes plataformas digitales, con Netflix a la cabeza, cortejan a los creadores locales, en la industria cinematográfica nigeriana se multiplican los proyectos y abundan las inversiones. Tras un desembarco espectacular en 2020, la plataforma estadounidense ya ha encargado la producción de varios largometrajes originales y ha emprendido la batalla de la innovación y el progreso en el sector.  

Por su parte Prime Video, el servicio de streaming de Amazon, firmó en diciembre de 2021 un acuerdo con Inkblot Studios, la gran productora africana que ha financiado algunos de los grandes éxitos comerciales del cine nigeriano. Se trata del primer contrato de licencia suscrito por la plataforma de streaming con una productora del continente. Después de los estrenos, Amazon recuperará los derechos exclusivos sobre el catálogo de Inkblot en todo el mundo.    

En Lagos, corazón creador y comercial de Nigeria, los ánimos rebosan optimismo. Conectados por esta apertura al público internacional, los cineastas nigerianos sienten que la suerte obra a su favor. El streaming facilita el acceso al capital y a la formación y propicia la mejora de las infraestructuras. El sistema llega además a un público renuente a acudir a los teatros y amplía la gama de títulos disponibles. “Se nota ya la evolución hacia otro tipo de filmes”, señala el director Imoh Umoren. “Ahora se rueda con planos mejor encuadrados, se hacen películas inspiradas en las series musicales mexicanas… Al tratar de rivalizar con los programas de la cadena estadounidense HBO, tratamos de emular su estilo”.

 

El streaming facilita el acceso al capital y a la formación, y propicia la mejora de las infraestructuras

Un ascenso meteórico

Tras emerger de la sombra a principios de los años 1990, el sector cinematográfico nigeriano experimentó un crecimiento exponencial, a pesar de sus limitaciones. El Nollywood del principio brillaba, sobre todo, por su tamaño y se caracterizaba por estrenos semanales de bajo costo. 

Se le reprochaba la escasez de medios, los guiones incoherentes y los diálogos redundantes y, aunque en esa época se rodaron algunos clásicos como Living in Bondage, Glamour Girls o Nneka the Pretty Serpent, las intrigas solían limitarse a temas manidos como los dramas conyugales, la venganza o la brujería. 

Unos cuantos directores poco escrupulosos producían en serie películas baratas, mientras la industria, en plena expansión, trataba de responder a una demanda insaciable de todo el continente. A principios de la década de 2000, en Nollywood se rodaban hasta 50 filmes por semana, lo que arrojaba un total superior a 2.500 títulos al año. 

Las producciones se destinaban por lo general a la televisión y se vendían sobre todo en formatos de vídeo o DVD. Esta tendencia provocó la saturación del mercado. “Cuando uno tiene que trabajar con un presupuesto reducido, como era nuestro caso, le da prioridad a las producciones dramáticas, porque el drama forma parte de la vida de la gente”, sostiene Naz Onuzo, cofundador de Inkblot Studios.    

Una mirada novedosa

A comienzos de los años 2000, los directores empezaron a proyectar sus películas en los cines del país. Esta evolución marcó un nuevo punto de partida. En 2006, la industria cinematográfica comenzó a producir filmes dotados de una nueva mirada. En Nigeria, esta nueva ola, que se proponía salvar una industria precaria, cuajó en cintas como The Figurine, de Kunle Afolayan. Ansiosos por mejorar sus ingresos, directores como Afolayan, Chineze Anyaene, Obi Emelonye, Stephanie Linus, Jeta Amata y Mahmood Ali-Balogun adoptaron una novedosa estrategia de marketing, que atrajo de nuevo a los espectadores al cine. 

Gracias a las salas, los directores nigerianos pudieron seducir a un público urbano de clase media y Nollywood entró en la edad de oro de los preestrenos y de las amplias campañas de marketing a escala continental.

El problema es que en 2020 en Nigeria solo había 77 salas de cine para una población superior a los 200 millones de habitantes, tal y como indica el informe de la UNESCO La industria cinematográfica en África: tendencias, retos y oportunidades de desarrollo (2021, en francés e inglés). Prácticamente todas se encuentran en las grandes ciudades, e ir al cine sigue siendo un lujo en un país donde el 40% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.

En 2020 en Nigeria solo hay 77 salas de cine para 200 millones de habitantes

El control que ejercen determinados agentes y que no facilita la distribución de las películas constituye otro obstáculo. Los directores nigerianos deben emplear toda su astucia en el trato con la industria para lograr la difusión de sus obras en el ámbito nacional. En 2021, Mildred Okwo, una cineasta de gran experiencia, vio cómo su película La Femme Anjola quedaba excluida de las mejores salas de la empresa FilmHouse Cinema, la mayor distribuidora del país. “Nuestro filme fue eliminado de la programación en la mayoría de los cines. Supongo que fue para dar paso a sus propias películas. La red de distribución es de ellos y hacen lo que les da la gana”, manifestó la directora en un mensaje de Twitter.  

La reflexión de Okwo provocó múltiples reacciones en el sector. FilmHouse es una firma asociada a la empresa de producción y distribución FilmOne. Ambas ofrecen a sus propietarios la posibilidad de rodar películas, distribuirlas y utilizar los cines mejor situados para sacar la mayor tajada del negocio. Debido a la parte del mercado tan grande que controlan, los filmes más rentables deben permanecer más tiempo en la cartelera de FilmHouse. Y, para lograrlo, los directores luchan entre sí para conseguir que FilmOne distribuya sus obras.

En un país mayoritariamente conservador, determinadas películas que se consideran problemáticas pueden resultar ofensivas. En abril de 2014, el filme Half of a Yellow Sun [La otra mitad del Sol], un éxito mundial adaptado del libro de la escritora Chimamanda Ngozi Adichie sobre la guerra civil en Biafra, un episodio trágico de la historia de Nigeria, fue prohibido en los cines durante varios meses. 

Una bocanada de oxígeno

En ese contexto, el streaming aporta un margen de libertad. “Estas plataformas refuerzan la esperanza de poder rodar más películas, porque sabemos que si una cinta no llega a exhibirse en los cines, siempre puede tener una segunda vida en streaming”, afirma Blessing Uzzi, cuya ópera prima No Man's Land, [Tierra de nadie] debe de estrenarse este año. “Sin la existencia de las empresas de streaming, nunca habría rodado mi película en Nigeria”, asegura la joven directora. 

Las rentas aportadas por los gigantes del streaming han permitido que los cineastas amplíen sus perspectivas. Con mejor acceso al capital, los productores locales pueden soñar un poco más y crear mejores películas. Los efectos ya son perceptibles. Por primera vez, Nollywood ha conseguido un presupuesto de un millón de dólares gracias al último proyecto de Editi Effiong, un drama político titulado The Black Book. El filme, que trata de las bandas de narcotraficantes nigerianos de la década de 1980, todavía no tiene fecha de estreno.