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 abril-junio 2024

Literatura juvenil, una nueva edad de oro

Los niños ya no leen. Los adolescentes, todavía menos. Las pantallas han relegado al olvido a los cuentos ilustrados de nuestra infancia. Este parece ser el discurso imperante.

Sin embargo, por más que pese a los pesimistas, la literatura juvenil está en plena forma. El libro conserva, contra vientos y mareas digitales, su lugar entre los más pequeños. La lectura en voz alta sigue siendo un momento de especial complicidad entre niños y adultos lo que, además, es una buena noticia visto lo importante que son las primeras lecturas para apropiarse del lenguaje, superar los miedos y comprender el mundo. Los propios adolescentes, amantes de romances y de fantasías heroicas, tampoco se hacen de rogar a la hora de sumergirse en espesos volúmenes. 

La vitalidad de la literatura infantil se nutre desde hace varias décadas de una generación de autores e ilustradores que, desde Ana Maria Machado (Brasil) hasta Nahoko Uehashi (Japón) pasando por Maurice Sendak (Estados Unidos) o Tomi Ungerer (Francia), han revitalizado un género que durante mucho tiempo estuvo atrapado en una lógica didáctica o moralista. El resultado es una abundante e imaginativa oferta de libros que hablan a la altura del niño. Este auge se refleja también en el valor patrimonial que ahora se concede a los cuentos tradicionales, e incluso a los archivos de algunos autores y editoriales, como los de Père Castor, que fueron inscritos en 2017 en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO.

El apogeo del libro infantil también puede medirse por su buena salud económica. En 2023, representaba cerca de 12.000 millones de dólares en todo el mundo, lo que lo convierte en un peso pesado del sector editorial en muchos países. Y este incremento no se explica solamente por algunos éxitos planetarios. En todas partes, apasionadas editoriales están produciendo libros de calidad, a veces en lenguas distintas de las dominantes, como es el caso de Lo que nos hace humanos, una obra coeditada por la UNESCO que ya está disponible en 21 ediciones.

A pesar de su peso económico, simbólico, educativo y cultural, la literatura infantil sigue padeciendo una falta de reconocimiento. Aunque sus éxitos son innegables, se le reserva muy poco espacio crítico en los medios de comunicación tradicionales. Es como si escribir para niños siguiera siendo, en la mente de muchos, una actividad menor, un eterno subgénero.

Michel Tournier, novelista francés autor de Vendredi ou la vie sauvage [Viernes o la vida salvaje], en los años 70 opinaba lo contrario: “Es rendir un gran homenaje a los niños y reconocer, como yo hago, que una obra solo puede dirigirse a un público joven si es perfecta (...) El escritor que coge la pluma con una aspiración tan alta obedece, por lo tanto, a una ambición sin medida”.

¿Qué mayor ambición puede haber que ayudar a un niño a crecer y, para un adulto, reconectar con su parte infantil en lo que dura un cuento?

 

Agnès Bardon
Jefa de redacción

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