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Cinco mitos sobre los refugiados a examen

Los refugiados de África son candidatos para la emigración en Europa, las sociedades que les acogen son hostiles, constituyen una mano de obra fuertemente competitiva para las poblaciones locales: estos mitos, ampliamente extendidos, son cada vez más refutados por investigaciones sobre el terreno.

Por Alexander Betts

En la actualidad, el número de personas desplazadas por conflictos y persecuciones es el más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Pero en el contexto actual de politización de las cuestiones relativas al asilo y la inmigración, tanto en los países ricos como en los pobres, a los refugiados les resulta cada vez más difícil acceder a la protección internacional. Una parte del problema puede atribuirse a la desinformación. Los medios de comunicación y los dirigentes políticos suelen deformar la percepción del público, al presentar a los refugiados como una carga inevitable para las comunidades que les acogen.

En mi libro The Wealth of Refugees: How Displaced People Can Build Economies, me baso en un estudio de envergadura realizado en África Oriental, que contiene una encuesta en la que participaron más de 16.000 refugiados y miembros de comunidades de acogida en ciudades y campamentos de Etiopía, Kenya y Uganda. Los datos recogidos permiten refutar cinco mitos muy difundidos acerca de los refugiados en África y mostrar que, si se ponen en vigor  políticas de integración, pueden contribuir al desarrollo de las comunidades anfitrionas.

La movilidad - Todos los refugiados de África quieren venir a Europa

En las regiones ricas del mundo, por lo general se cree que todos los refugiados quieren emigrar a Europa, América del Norte o Australasia. La realidad de los refugiados en materia de movilidad es muy diferente: el 86% de ellos son acogidos por países de ingresos bajos y medios, y entre las naciones que cuentan con el mayor número de refugiados, nueve de cada diez son países del Sur.

Sin duda un gran número de refugiados sueña con instalarse en un país rico, pero una mayoría admite que esa aspiración no es realista. Por ejemplo, en Addis Abeba, más del 95% de los refugiados desea instalarse en un tercer país, pero más de la mitad son conscientes de que esa esperanza tiene pocas probabilidades de hacerse realidad en un futuro próximo.

En Kenya, aunque un número considerable de refugiados cambia de lugar de residencia a lo largo de un año, la mayor parte de esta movilidad es interna. En cuanto a la movilidad internacional, atañe principalmente a la vecina Uganda o a desplazamientos organizados como los de repatriación o reubicación. Solo una fracción ínfima de los refugiados de Kenya -muy inferior al 1% anual- emigra hacia Europa o hacia otros países ricos.

Conclusión: la mayoría de los refugiados son y seguirán siendo acogidos por países de ingresos bajos y medios en su región de origen.

La cohesión social – Las comunidades anfitrionas son sistemáticamente hostiles a los refugiados

Existe la tendencia a suponer que las comunidades anfitrionas consideran necesariamente la presencia de refugiados como una carga, ahora bien, si se aplican las políticas adecuadas, los refugiados pueden ser percibidos de manera positiva. En determinadas regiones fronterizas y remotas, es posible que la presencia de refugiados y miembros de organizaciones humanitarias constituya uno de los pocos mercados y fuentes de empleo. La presencia del campamento de refugiados de Kakuma, en Kenya, por ejemplo, proporciona a la comunidad una salida comercial para la leña y el ganado, posibilidades de empleo y acceso a escuelas y hospitales.  

En todos los países estudiados llegamos a la conclusión de que el contacto desempeña una función importante: mientras mayor sea el grado de interacción entre los grupos, más positiva resulta la actitud de la comunidad de acogida, especialmente en las ciudades. La actitud de la población local hacia los refugiados está estrechamente vinculada a la que adoptan sus familiares y vecinos, lo que indica que las ideas relativas a los refugiados se forman en el entorno más inmediato. 

Conclusión: Se pueden maximizar los beneficios económicos para la comunidad de acogida, y las políticas relativas a los refugiados deben apoyar al mismo tiempo a las comunidades que los acogen y a la relación entre los refugiados y sus anfitriones.

El derecho al trabajo - Los países anfitriones no tienen nada que ganar permitiendo trabajar a los refugiados

El derecho internacional de los derechos humanos y las normas relativas a los refugiados les otorgan derechos socioeconómicos, en particular el derecho al trabajo y a la libertad de movimiento. Ahora bien, muchos países anfitriones limitan esos derechos, porque creen que la autorización para desempeñar un empleo crearía tensiones dentro de la comunidad de acogida. Resultado: los refugiados en países como Kenya y Tanzania se ven obligados a permanecer durante años en campamentos, sin poder acceder a un empleo. Los datos indican que esto tiene repercusiones negativas sobre los derechos y el bienestar de los refugiados, pero quizás también en el país anfitrión.  

Uganda es uno de los pocos países africanos que permite que los refugiados trabajen y escojan su lugar de residencia. Este enfoque presenta ventajas significativas para los refugiados, los que viven en Uganda tienen ingresos un 16% por encima de los que viven en el vecino Estado de Kenya.

Algunos datos apuntan a que las políticas de este tipo benefician tanto a los refugiados como a los ciudadanos del país anfitrión. En Kampala, la capital de Uganda, casi el 21% de los hogares de refugiados tienen una empresa que emplea al menos a una persona y que el 40% de los empleados son ciudadanos del país de acogida. Para muchos ugandeses, los refugiados participan en el desarrollo económico del país en calidad de productores, consumidores y empresarios.   

Conclusión: es preciso promover activamente -en particular mediante medidas de estímulo- el derecho al trabajo de los refugiados, en cualquier lugar del mundo donde se encuentren.

Ciudades contra campamentos - Los refugiados están siempre mejor en las ciudades que en los campamentos

En África subsahariana, la aplastante mayoría de los refugiados se encuentra en campamentos. Según el ACNUR, sólo el 16% de los refugiados de Kenya viven en Nairobi, el 6% de los refugiados de Uganda en Kampala y el 4% de los refugiados de Etiopía en Addis Abeba. La proporción entre campo y ciudad refleja las restricciones impuestas por las autoridades gubernamentales, la relativa disponibilidad de asistencia o de empleos y las preferencias de los refugiados.

Los residentes en la ciudad suelen ser de mayor edad y de sexo masculino, mientras que los habitantes de los campamentos suelen ser más jóvenes y de sexo femenino. A veces las familias de refugiados se separan: los que pueden encontrar empleo marchan a las ciudades, mientras que los necesitados de asistencia o las personas dependientes se quedan en los campamentos.

El estudio que realizamos en África Oriental puso de manifiesto que los refugiados ganan mejor su vida en las ciudades, pero no son necesariamente más felices ni gozan de mejor salud ni están mejor alimentados que los que viven en campamentos. Además, las comunidades de acogida tienen por lo general una actitud más positiva hacia los refugiados que viven en el medio rural, y existe una movilidad entre las ciudades y los campamentos.

Conclusión: ni vivir en la ciudad ni hacerlo en un campamento comporta ventajas intrínsecas para los refugiados. Ambas opciones constituyen elecciones forzadas que presentan ventajas e inconvenientes relativos. Las políticas en materia de refugio deben centrarse en mejorar el acceso a los derechos, tanto en el medio urbano como en el rural.

Las políticas – La asistencia a los refugiados está únicamente motivada por razones humanitarias

La protección y la asistencia que se brindan a los refugiados suelen considerarse como actos puramente humanitarios. El derecho internacional y la defensa de los refugiados desempeñan evidentemente una función importante en la concepción de la protección de los refugiados, pero también es preciso tener en cuenta que la asistencia a los refugiados se enmarca en un contexto de políticas complejas y, a menudo, ambiguas.

La faceta política de los derechos de los refugiados, se ve claramente cuando se examinan las motivaciones de los países, especialmente de los más progresistas y generosos en materia de acogida. Por ejemplo, para entender la política de autosuficiencia de Uganda, generalmente aplaudida por la comunidad internacional, es preciso situarla en su contexto histórico. No se trata de una creación reciente; es un enfoque que se ha elaborado a lo largo del tiempo, con el apoyo de presidentes sucesivos.

Conclusión: Las organizaciones humanitarias internacionales deben ser conscientes del contexto político en el que se inscribe la protección de los refugiados. La simple defensa de los refugiados no es suficiente: diversas estrategias y medidas de estímulo son también necesarias para promover sus derechos en diferentes países. 

Alexander Betts

Profesor especializado en migraciones forzosas y asuntos internacionales en la Universidad de Oxford, en Reino Unido

Historias de MIGRACIONES
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Octubre-Diciembre 2021
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