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La actividad al aire libre, un juego de niños

Lo sabemos, las actividades en el exterior contribuyen a la salud física y mental de los niños. Sin embargo, los menores consagran cada vez menos tiempo a jugar al aire libre. El crecimiento de las ciudades y del tráfico, la omnipresencia de las pantallas y la sobreprotección parental son algunos de los factores que están detrás de este fenómeno.
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Basta con echar un vistazo a las fotografías de la primera mitad del siglo XX para ver cómo los niños ocupan un espacio importante. Se les ve transportando cosas, yendo al colegio con sus mochilas en la espalda, haciendo navegar barquitos de papel en las alcantarillas de París  o divirtiéndose con el agua que sale de las bocas de incendio de Nueva York. Sin ningún adulto a la vista. Hoy nos costaría encontrar estampas parecidas. La imagen de niños pequeños jugando, caminando o andando en bicicleta en espacios públicos sin supervisión de un adulto se ha vuelto inusual.

A lo largo de las últimas generaciones, el mundo ha asistido a una disminución del juego al aire libre y de la movilidad autónoma de los más pequeños. Este retroceso es el primer indicio de la disminución de los niveles de actividad física; dos aspectos inextricablemente ligados, ya que la actividad física está determinada en gran medida por la cantidad del tiempo que un niño pasa al aire libre.

Según la Organización Mundial de la Salud, los niños de 1 a 5 años tendrían que dedicar al menos tres horas al día a la actividad física, y los de 5 a 17 años tendrían que practicar al menos una hora diaria de ejercicio. Sin embargo, según un estudio reciente que abarca 29 países, los niños de 3 a 12 años dedican una media de 60 a 165 minutos al día a jugar al aire libre.

La conclusión es la misma en el estudio Global Matrix 4.0  publicado en octubre de 2022 por la Alianza Global de Niños Activos y Saludables (Active Healthy Kids Global Alliance), que evalúa la actividad física de niños y adolescentes en 57 países y seis continentes. Resultado: los niveles son claramente insuficientes en todas partes. 

Actividades esenciales para el desarrollo

La situación resulta alarmante si tenemos en cuenta la importancia de las actividades al aire libre para el desarrollo y la salud de los pequeños. La noción del juego es tan capital para ellos, que el derecho al juego está contemplado en la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. La particularidad del juego exterior es que incluye actividades de elección libre, espontáneas, autónomas y lúdicas, lo que fomenta el desarrollo socioemocional, cognitivo y físico de los niños.

Además, es bueno para la salud. Los que practican actividades físicas en los niveles recomendados tienen menor riesgo de padecer enfermedades crónicas como obesidad, enfermedades cardiovasculares y diabetes. También tienen mejor salud mental, mejores funciones cognitivas y ejecutivas, y un bienestar general superior.

Incorporados a edad temprana, los buenos hábitos tienen más posibilidades de instalarse permanentemente. A la inversa, los hábitos sedentarios adoptados en la infancia, así como el sobrepeso y la obesidad, tienden a perdurar en la edad adulta. El juego diario al aire libre contribuye igualmente al desarrollo de habilidades motrices fundamentales como correr, saltar a la pata coja, saltar a la cuerda o brincar; esenciales para ayudarles a moverse con más seguridad a lo largo de su vida.

Son, además, una oportunidad para el niño de interactuar con su familia, compañeros y otros miembros de la colectividad. Les ayuda a desarrollar aptitudes como la sociabilidad, la gestión de riesgos, la creatividad, la independencia y la capacidad de autodeterminación, herramientas fundamentales para la vida, y los motiva a abrirse camino y descubrir sus entornos.

Las investigaciones muestran que los niños tienen mejores niveles de atención y concentración en clase después de haber jugado al aire libre. El juego activo en el exterior aumenta el flujo sanguíneo hacia el cerebro, lo que favorece la reflexión.

Las investigaciones muestran que la atención y la concentración de los niños en clase son mejores después de haber jugado al aire libre

Los juegos “en la naturaleza” proporcionan beneficios adicionales: estimulan la exploración, la imaginación y la interacción con la gente, las plantas y los animales, y ayudan a desarrollar conductas respetuosas con el medio ambiente.

Incluso los llamados juegos “de riesgo”, que pueden incluir velocidad, usar herramientas o jugar cerca del agua o el fuego, desempeñan un papel importante en el desarrollo infantil. Les permite aprender a gestionar el riesgo y a manejarlo. Sin embargo, cada vez están más limitados por las normas sociales que exigen vigilar a los niños, y que consideran negligentes a los padres que no se ajustan a ellas. Impulsados por la percepción del “exterior” como un lugar potencialmente peligroso, los propios padres acaban incorporando estas normas.

Cerca de casa, los padres actúan como guardianes que proporcionan oportunidades o barreras al juego infantil al aire libre. A muchos les preocupa el riesgo de que puedan ser víctimas de accidentes de tráfico o secuestrados, a pesar de que datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, según los cuales las estadísticas de secuestro infantil han permanecido estables. Las redes sociales alimentan estas preocupaciones, creando sociedades adversas al riesgo. Las investigaciones han confirmado un aumento progresivo de la supervisión parental y de las conductas sobreprotectoras. 

Urbanización galopante

La sociedad moderna constituye otro gran obstáculo. Cada vez agendamos más y más cosas en nuestros horarios y programamos menos tiempo para jugar con los niños al aire libre, en un contexto marcado por la omnipresencia de las pantallas.

Otro factor limitante a largo plazo es la urbanización galopante. Más de mil millones de niños en el mundo entero vive en un entorno urbano, y el 70 % de la población mundial vivirá en ciudades de aquí a 2050. Este fenómeno podría acarrear un aumento del tráfico, de la polución ambiental y de los efectos de islas de calor urbano, con una disminución de los espacios verdes naturales y la biodiversidad; factores que influyen negativamente en las posibilidades de los niños de jugar al aire libre.

La tendencia a la sobreprotección parental puede perjudicar a los niños, al privarlos de actividades esenciales para su desarrollo

Garantizar el derecho de los niños a jugar al aire libre

Los niños jugarán más en el exterior si sus padres y cuidadores tienen una actitud favorable hacia la actividad física al aire libre y en la naturaleza. Por tanto, una de las acciones más prácticas que pueden adoptar las familias es asegurarse de dedicar tiempo a jugar en familia todos los días, sobre todo los fines de semana.

Es  más fácil proporcionar a los niños ocasiones de jugar al aire libre cuando el entorno social, físico y político es favorable. Necesitamos incentivar entornos que hagan del juego en el exterior una experiencia fácil, segura y accesible para los pequeños y sus familias. El fortalecimiento del rol social del vecindario y del sentido de comunidad puede ayudar a aliviar algunas preocupaciones parentales respecto a la seguridad del barrio. Una manera de enfrentar la sobreprotección parental es mostrando que ésta puede ser perjudicial para los niños, al privarlos de actividades esenciales para su desarrollo.

Es más fácil proporcionar a los niños ocasiones de jugar al aire libre cuando el entorno social, físico y político es favorable

Los niños deben tener acceso a espacios verdes locales y seguros, así como a parques con juegos adecuados a sus edades y sus necesidades. La limitación del volumen y de la circulación de vehículos, o la existencia de infraestructuras peatonales como aceras conectadas y ciclovías son otros factores que pueden contribuir a que los niños disfruten al aire libre. Para los más pequeños, los patios de las casas y lugares seguros y accesibles desde sus hogares (como el jardín delantero y las aceras peatonales) también son lugares fundamentales para jugar fuera.

No existe una única solución para hacer frente al descenso de los niveles del juego al aire libre. Es un problema que hay que tratar a todos los niveles: de padres a hijos, pasando por los barrios y los entornos físicos y políticos, hasta la sociedad en general.

La voz que más cuenta es la de los niños, sobre todo la de los más desfavorecidos. Es  nuestra responsabilidad proteger el derecho de cada pequeño de disfrutar al aire libre diariamente. Tenemos que mantenernos a la escucha de sus necesidades para eliminar las barreras que les impide salir y hacer lo que mejor saben hacer: ¡jugar!

Hayley Christian

Profesora asociada del instituto Telethon Kids y de la Escuela de Población y Salud Mundial de la Universidad de Australia Occidental, dirige el programa de investigación PLAYCE destinado a mejorar la actividad física, la salud y el bienestar infantil.

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