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La larga historia de los chinos de ultramar

Después de la India y México, China es el país del mundo que cuenta con el mayor número de nacionales emigrados al extranjero. Marcada por oleadas sucesivas, la historia de la emigración china se remonta a la apertura de la ruta marítima de la seda.

Por Zhuang Guotu

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), actualmente hay en el mundo más de 10,7 millones de migrantes chinos residentes en el extranjero y, si se contabilizan sus descendientes, la cifra asciende a 60 millones.

Se trata de una de las cifras más altas del mundo. La historia de la emigración china es antigua, ya que nace con la apertura de la ruta marítima de la seda, que dio lugar a una corriente migratoria hacia los países de Asia del Sudeste. A principios del siglo XV en las islas de Sumatra y Java, hoy pertenecientes a Indonesia, ya había numerosos “barrios chinos”. Sin embargo, fue en el siglo XVI cuando las expatriaciones pasaron a ser masivas. Por ese entonces, los europeos ya se habían asentado en el Lejano Oriente con el propósito de integrarlo en su red de comercio mundial, y competían para crear y extender sus colonias en el sudeste de Asia, lo que suscitó una creciente demanda de mercaderes y trabajadores chinos.

Se calcula que, a principios del siglo XVII, los migrantes chinos en ultramar eran unos 100.000 en los países del sudeste de Asia y entre 20.000 y 30.000 en Japón. La mayoría de ellos trabajaba en el comercio y en oficios artesanales. Más tarde, a mediados del siglo XIX, su número rondaba ya la cifra de 1,5 millones, asentados principalmente en Asia del Sudeste, mientras en Japón casi todos ellos se habían integrado plenamente en la sociedad.

Las repercusiones de las Guerras del Opio

Desde mediados del siglo XIX hasta principios del decenio de 1940, se produjo en China una segunda oleada migratoria integrada en su gran mayoría por trabajadores sin cualificación, los llamados “coolies”. Como resultado de las dos Guerras del Opio de 1839 y 1860, Gran Bretaña y Francia obligaron al gobierno de la dinastía Qing a autorizar la migración masiva de trabajadores hacia los países occidentales y sus colonias para reemplazar a los esclavos negros. Fue cuando comenzó la dispersión de los migrantes chinos por el mundo, desde Asia del Sudeste hacia América, África, Europa y Australia.

Entre el final de la Primera Guerra Mundial y el estallido de la Segunda en el Pacífico, la bonanza económica imperante en la región de Asia del Sudeste impulsó aún más la demanda de mano de obra. Fueron los migrantes chinos quienes la satisficieron. Por eso, a finales del decenio de 1940 más del 90% de los 8,5 millones de chinos expatriados por todo el mundo se concentraban en esta región.

Entre 1949 y el fin de los años 70, la República Popular China puso fin a estas actividades migratorias a gran escala, poniendo así fin a tres siglos de corrientes migratorias ultramarinas.

La tercera oleada migratoria china dio comienzo en el decenio de 1980 y formó parte de la marea migratoria global. Los migrantes eran oriundos en su mayoría de la China Continental, pero también los hubo procedentes de Taiwán y Hong Kong. Los países industrializados fueron sus principales puntos de destino, y más concretamente Estados Unidos.

La tercera ola de migrantes chinos se dirige principalmente a países industrializados

No obstante, el rápido crecimiento de la economía y el comercio exterior de China en los últimos años ha hecho que un gran número de los migrantes a ultramar se estén desplazando hacia países en desarrollo. Ya se ha observado un enorme aumento de la población migrante china en naciones de Asia Central y Occidental, así como de África y Latinoamérica.

Ferrocarriles y minas de oro

Las aportaciones de los chinos de ultramar han sido notables tanto en los países tropicales de Asia del Sudeste como en las naciones templadas de Europa y América que los acogieron. En el siglo XVIII abrieron rutas y desbrozaron terrenos baldíos en el sudeste asiático; en el XIX trabajaron en la minería del oro y construyeron ciudades y puertos en Estados Unidos; y en el XX construyeron líneas ferroviarias y abrieron restaurantes y comercios en Europa.

Tradicionalmente laboriosos, aspiran a integrarse en las sociedades de acogida ahorrando sus ganancias e invirtiendo en propiedades. Por eso, en caso de crisis económica, siempre son capaces de salir solos adelante. Prefieren obrar así para no tener que recurrir a al socorro de sus familias y amigos, y mucho menos a la ayuda de la sociedad en que viven.

Los chinos de ultramar mantienen lazos estrechos con su país de origen. Emigraron principalmente para poder ayudar a las familias y allegados que se quedaron en China, de ahí su arraigada costumbre de enviarles remesas de dinero. Este apego afectivo se prolonga a veces durante varias generaciones. Hace casi un siglo que la diáspora china está contribuyendo también a los esfuerzos de modernización del país. En el decenio de 1980, más de dos tercios de las inversiones extranjeras autorizadas por el gobierno chino fueron efectuadas por expatriados.

Estereotipos

Los migrantes chinos son considerados generalmente trabajadores y ahorrativos. Muchos de ellos han llegado a enriquecerse, crear empresas e invertir en mercados financieros.

Uno de los rasgos distintivos atribuidos a los chinos de la diáspora es la importancia que conceden a la educación de sus descendientes, en observancia del viejo adagio chino “Todo trabajo es subalterno, sólo saber leer es superior”. Ya sean acomodadas o pobres, residentes en un país u otro, todas las familias chinas residentes en el extranjero están dispuestas a sacrificarse para que sus hijos tengan la mejor educación posible.

Uno de los rasgos de los chinos migrantes es la importancia que dan a la educación de sus descendientes

Estas características han dado a veces lugar a una serie de estereotipos simplificadores que ahondan la brecha que las separa de los demás grupos sociales de los países donde residen. Es difícil formular generalidades con respecto a un colectivo migratorio tan numeroso.

En la era de la globalización, caracterizada por una constante comunicación entre las culturas, etiquetar a determinados grupos de personas es miope e irracional a un tiempo. Los chinos de ultramar han seguido explorando y construyendo sus identidades en un mundo cada vez más integrado.

Los brotes de discriminación contra las personas originarias del Asia Oriental observados durante la pandemia de COVID-19 constituyen un problema que no se resolverá en un día. Sin embargo, a lo largo de los siglos, los chinos residentes en el extranjero han hecho acopio de una capacidad de resistencia que puede resultarles muy útil para afrontar este tipo de situaciones.

Zhuang Guotu

Director de estudios en la Universidad Huaqiao y profesor de la Universidad de Xiamen, en el sudeste de China. Sus trabajos de investigación se centran en la historia de la China étnica y las relaciones internacionales chinas. También es miembro del comité consultivo del Consejo Estatal para Asuntos de los Chinos de Ultramar.

Historias de MIGRACIONES
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Octubre-Diciembre 2021
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