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África: a la conquista del oro azul

Considerado un sector estratégico por un número creciente de países africanos, la explotación de actividades relacionadas con el mar podría convertirse en un importante motor de desarrollo en los próximos años. Siempre que se redoble la lucha contra los efectos del cambio climático y la sobrepesca.

Por Adam Abdou Hassan

Es como una ”nueva frontera del renacimiento de África” que la Unión Africana llama “economía azul” de “nueva frontera del renacimiento de África”. En su Agenda 2063, que establece las orientaciones estratégicas para los decenios venideros, la organización panafricana afirma que la economía azul es uno de “los objetivos y ámbitos prioritarios de los diez próximos años”. La publicación, en marzo de 2016, de una guía práctica sobre la economía azul, elaborada por la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas, es otra prueba del interés que suscita este sector.  

Todavía ampliamente desconocida, la economía azul podría llegar a ser un importante motor de desarrollo para el continente africano. Determinados países, como Seychelles, ya han dado un primer paso, al integrarla en sus planes de desarrollo. En 2014, Sudáfrica lanzó la Operación Phakisa (“apurar el paso” en idioma sesotho), con el fin de aprovechar el potencial económico del océano mediante actividades de transporte y fabricación marítimas, explotación petrolera y gasística en el mar y acuicultura. En África Occidental, países como Togo y Senegal han adoptado estrategias para instaurar una economía azul sostenible.    

Cabe señalar que las perspectivas son prometedoras para un continente que, de un total de 54 Estados, tiene 38 países ribereños e insulares cuyas aguas territoriales ocupan una superficie de 13 millones de kilómetros cuadrados. Además, más del 90% de las importaciones y exportaciones africanas se realizan por mar. 

La economía azul podría llegar a ser un importante motor de desarrollo para el continente africano

Un aporte esencial de proteínas

Los recursos pesqueros podrían contribuir a solucionar los problemas de nutrición y garantizar la seguridad alimentaria de casi 200 millones de africanos, gracias a un aporte vital de pescado de mar y de agua dulce. En los países que padecen un déficit de alimentos o que cuentan con ingresos escasos, el pescado representa casi el 20% de la proteína de origen animal. Ese porcentaje alcanza el 50% en los países insulares o ribereños densamente poblados, como Ghana, Guinea o Senegal. El desafío es considerable, si se tiene en cuenta que está previsto que la población africana se duplique de aquí a 2050, pasando de 1.200 a 2.500 millones de habitantes. 

Los recursos piscícolas podrían contribuir a solucionar el problema alimentario que afecta a 200 millones de africanos

Es necesario profesionalizar el sector de la pesca y de la acuicultura para poder ampliar un filón de puestos de trabajo - hoy formado por casi 12,3 millones de personas en África - que, en general, está subexplotado. Es preciso también alentar la valorización de los empleos derivados, tales como la transformación y el tratamiento del pescado mediante la creación de módulos específicos, la fabricación y el tejido de redes a escala local o subregional, etc. El desarrollo del sector podría permitir la inserción social de determinadas categorías de población vulnerables, como los jóvenes y las mujeres. En África Occidental, estas últimas venden ya casi el 80% de los productos del mar. Pero las tareas que desempeñan están peor retribuidas y su contribución a la economía, el empleo y la seguridad alimentaria no reciben el reconocimiento suficiente.

Gracias a la economía azul, los Estados africanos tienen la posibilidad de dar un salto en el proceso de industrialización, que les permitiría quemar etapas e incorporar el cambio climático y la sostenibilidad. En particular, la biotecnología permite fabricar productos en los ámbitos de la biología, la farmacia y la alimentación, y ofrece una alternativa a la explotación de los hidrocarburos tradicionales. Marruecos, por ejemplo, ha aprovechado la oportunidad económica que le ofrecen las algas marinas. El reino ha creado en Marrakech un centro de biotecnología denominado Bioxparc. En Túnez, el laboratorio transfronterizo BioVecQ constituye un buen ejemplo de centro de transformación de productos acuáticos.  

Espirulina y galletas a base de pescado

La innovación y la investigación, en particular en las nuevas ramas vinculadas a la valorización de los servicios del mar, pueden estimular un crecimiento azul sostenible. Las iniciativas se multiplican ya por todo el continente. El Centro Songhaï de Porto Novo, en Benin, ha elaborado un modelo de economía azul que combina la producción de energía, la producción vegetal y la acuicultura. A partir de las aguas residuales, produce metano destinado a proporcionar energía de uso doméstico. Luego, tras una fase de mineralización, los residuos del compost permiten nutrir a fitoplanctons, zooplanctons y al bentos que, a su vez, alimentan a los peces de una instalación de acuicultura. 

Otro ejemplo: en Camerún, el Institut des Sciences halieutiques [Instituto de Ciencias Ictiológicas] de Yabassi, en la Universidad de Douala, ha creado una unidad piloto de producción y transformación de espirulina para fabricar jabón, yogurt y otras bebidas. En Kenya, la empresa Aquaedge Africa, se dedica a transformar el pescado en galletas de alto contenido proteínico. 

Pero a fin de aprovechar plenamente el potencial de la economía azul, los países deben abordar los problemas que causan el cambio climático y la mala gestión del medio ambiente. África es un continente vulnerable a las repercusiones negativas del cambio climático antropogénico. Y ese no el único desafío que debe afrontar. La explotación excesiva de determinadas zonas de pesca es un asunto muy preocupante. 

África Occidental, una de las regiones de mayor riqueza piscícola del mundo, es también una de las más afectadas por este fenómeno. Según un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (CNUCYD) de 2016, la mitad de las reservas de peces que se encuentran junto a las costas de África Occidental se consideran en estado de sobreexplotación, en parte debido a la pesca ilícita. La organización Overseas Development Institute (ODI) calcula que más del 50% de los recursos ictiológicos de la zona costera que va de Senegal a Nigeria han sido ya objeto de explotación excesiva y se estima que la pesca ilegal representa entre la tercera parte y la mitad de las capturas totales realizadas en la región.

La superación de estos obstáculos exigiría el esfuerzo mancomunado de los países de la región. La Carta de Lomé, aprobada en 2016, es una respuesta a la pesca ilícita, que constituye “un auténtico saqueo industrial de la economía azul” y pone en peligro la seguridad alimentaria del continente. Asimismo, es fundamental que los Estados africanos elaboren respuestas a estos desafíos, para que sus pueblos lleguen a beneficiarse realmente de esa riqueza natural.

Adam Abdou Hassan

Profesor e investigador en la Universidad de Ruán (Francia) y Director Ejecutivo del Instituto Nigeriano de Estudios Estratégicos e Internacionales (INESI).

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